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Técnicas conductuales

Todas las personas podemos experimentar emociones negativas por diversas causas. Por ejemplo, por temor ante la posibilidad de obtener un resultado negativo, o por anticipar pequeñas desgracias cotidianas o problemas futuros, o por miedo a contraer una enfermedad, a quedarnos solos, a ser rechazados por los demás, o por haber sufrido un cambio importante en nuestra vida como la pérdida de un ser querido, una separación o quedarnos sin empleo, etc.

Las emociones negativas producen una experiencia emocional desagradable. El malestar psicológico de estas reacciones va acompañado de cambios en la activación cognitiva, fisiológica y conductual. La reacción emocional comprende un conjunto amplio de respuestas que se pueden clasificar en tres tipos: cognitivo-subjetivas, fisiológicas y conductuales.

La activación cognitiva incluye los procesos de valoración y de interpretación que lleva a cabo la persona sobre la situación que le preocupa o le produce temor. También incluye cambios en la atención o la memoria.

La activación fisiológica surge como consecuencia de la valoración y otros procesos cognitivos realizados sobre la situación u otros elementos considerados como muy importantes. Así, ante una situación o problema interpretado como una amenaza el cuerpo se activa con el fin de generar más recursos para poder hacer frente a la amenaza y que pase el riesgo o se resuelva el problema.

La activación conductual se refiere por una parte a la inquietud motora producida por la activación cognitiva y fisiológica como rascarse, tocarse, morderse las uñas, manipular objetos, movimientos repetitivos con pies o manos, moverse de un lado a otro sin concentrarse en una tarea, cambios en el tono o el ritmo de la voz, tartamudez, etc., y por otra parte hace referencia a todas aquellas estrategias y mecanismos que la persona pone en marcha para hacer frente al afrontamiento de la situación y de su emoción (por ejemplo, su malestar o a sus temores).

Por ejemplo, las personas con fobia social pueden evitar las relaciones sociales o consumir alcohol para desinhibirse y relacionarse mejor. Las personas con ansiedad generalizada pueden permanecer despiertas hasta que su hijo regresa a casa o llamarle cada hora para confirmar que no le ha pasado nada. Las personas deprimidas pueden abandonar todo de tipo de actividades y recluirse durante largo tiempo en su casa. Las personas con un trastorno obsesivo compulsivo pueden comprobar que han cerrado puertas y ventanas más de diez veces al día o lavarse las manos 20 veces por temor a contaminarse si no lo hacen. Las personas con alguna fobia específica como volar en avión o entrar en ascensores evitan por completo estas situaciones a pesar de que en muchos casos estas evitaciones interfieren muy negativamente en su vida.

Por otro lado, muchas personas ante los problemas cotidianos disminuyen las conductas saludables como hacer ejercicio físico, dormir lo suficiente, comer de forma saludable, etc., y aumentan las conductas perjudiciales para la salud como el consumo excesivo de comida rápida, de alcohol, de tabaco, etc.

El consumo de estas sustancias, suele provocar una disminución del estado de ansiedad y esta disminución del malestar psicológico producido por la ansiedad refuerza el consumo. Se trata de un condicionamiento operante denominado reforzamiento negativo, en el que la consecuencia (disminución del malestar) que sigue a una conducta (comer, beber) provoca un incremento de la probabilidad de que se vuelva a repetir esa conducta.

Según las teorías del condicionamiento, la evitación de los estímulos que provocan la experiencia emocional desagradable (malestar) se ve reforzada por condicionamiento negativo: la respuesta de evitación es seguida de una disminución del malestar psicológico que produce la ansiedad, y la eliminación de un estímulo desagradable hace que aumente la probabilidad de volver a poner en marcha esa respuesta o conducta.

Por ello, quién tiende a utilizar la evitación para hacer frente a sus temores, miedos u obsesiones, por ejemplo, llamando a su hijo para comprobar que se encuentra bien, o consumiendo alcohol para poder comunicarse con otras personas, o subiendo a pie doce pisos por temor a que el ascensor se pare, o evitando viajar en avión aunque eso le pueda suponer una pérdida de promoción y mejora laboral etc., tendrá cada vez más dificultades para dejar de evitar, para exponerse a todas esas situaciones y para vencerlas.

¿Cuándo podemos considerar que estos comportamientos o preocupaciones son normales, incluso adaptativos o cuando suponen en realidad un trastorno psicológico? La clave para responder a esta pregunta está en reconocer cuando dichos comportamientos son excesivos y desproporcionados, ocupan la mayor parte del tiempo de la vida de la persona, interfieren en su vida laboral, familiar o social, o bien le producen un grado de sufrimiento muy elevado.

Por ejemplo, algunas personas con trastorno de ansiedad generalizada (TAG) cuando están de viaje, necesitan llamar a sus familiares cada hora para comprobar que se encuentra bien. Estas personas no consiguen relajarse, ni disfrutar de ninguna actividad cuando se encuentran lejos de casa. De hecho, algunas personas con este trastorno pueden negarse a salir del hotel y permanecer en él durante todo el viaje. Las personas con trastorno obsesivo compulsivo (TOC) pueden utilizar una pastilla de jabón para cada lavado de manos. Algunas personas deprimidas pueden pasar años aisladas, recluidas en su casa con un universo propio. Las personas con trastorno de pánico y agorafobia pueden evitar entrar en grandes almacenes, ir al cine, pasear por una gran avenida, utilizar el transporte público, y evitar en general todas aquellas situaciones donde creen que podrían experimentar mucha ansiedad, etc.

El tratamiento psicológico de estos trastornos se aborda desde una perspectiva tridimensional: mediante técnicas cognitivas, técnicas fisiológicas y técnicas conductuales.

Las técnicas conductuales están dirigidas a modificar o eliminar patrones de conducta desadaptados relacionados con el mantenimiento del problema. Por ejemplo, la evitación de ciertas situaciones que la persona interpreta como peligrosas o donde cree que podría experimentar mucha ansiedad, tal es el caso de los trastornos de ansiedad y las fobias específicas como el miedo a las sensaciones físicas, miedo a volar, a subir en ascensor, cruzar puentes, alejarse de casa, conducir, utilizar el transporte público, etc. En el caso de los trastornos del estado de ánimo, una persona deprimida puede evitar realizar un gran número de actividades que antes le resultaban agradables, no porque piense que son peligrosas sino porque está muy desanimada, desmotivada, sin energía, no le apetece, le cuesta mucho ponerse en marcha, etc., paradójicamente el abandono de actividades aumenta los síntomas depresivos. Una persona con déficit de habilidades sociales puede evitar por ejemplo, relacionarse con otras personas, asistir a una reunión, mostrar desagrado, etc., por miedo al rechazo. Una persona con un trastorno alimentario, como la anorexia, evita comer ciertos alimentos, o ingerir las calorías necesarias para una correcta alimentación porque cree que si come engordará y eso para ella sería horrible. En cambio una persona con bulimia no puede resistir el impulso de darse un atracón. Una persona con problemas de estrés, puede tener dificultades para planificar su tiempo, solucionar algún problema, ser asertiva, etc. Un niño puede aprender a mostrar miedo a la oscuridad o hacerse el enfermo para obtener la atención de sus padres y otros privilegios.

Como podemos observar son muchos los comportamientos inadecuados que se pueden llevar a cabo para manejar las emociones y el entorno. Con las técnicas conductuales se intentan corregir todas aquellas conductas perjudiciales para la persona e instaurar un repertorio conductual nuevo más adaptativo y beneficioso. En el tratamiento cognitivo-conductual habitual estas técnicas se pueden trabajar de forma paralela o como complemento a las técnicas cognitivas.

Véase el apartado “Habilidades sociales”.

Véase la monografía titulada “Habilidades Sociales”.


Ámbitos de intervención de las técnicas conductuales

Las técnicas conductuales son múltiples y se aplican en el tratamiento de diferentes desórdenes emocionales, aunque tradicionalmente su ámbito de aplicación ha estado asociado a los trastornos de ansiedad. Sin embargo éstas técnicas han mostrado una eficacia muy elevada en el tratamiento de otros desórdenes como los trastornos del estado de ánimo, los trastornos del control de los impulsos o adicciones, los trastornos adaptativos, las disfunciones sexuales, la modificación de conducta y problemas de ansiedad en niños, los trastornos de la conducta alimentaria, la hipocondría, la fobia social, el déficit de habilidades sociales, las fobias específicas, los problemas de pareja, el duelo, el insomnio, los problemas derivados del estrés, los trastornos psicofisiológicos y los trastornos de ansiedad.

Las técnicas conductuales para el tratamiento de los trastornos de ansiedad se basan en la ley de la extinción y el principio de exposición. Es decir, parten del supuesto de que determinados estímulos que antes eran neutros (no producían temor, ansiedad, preocupación, etc.) ahora se han asociado a estímulos emocionales negativos (posibilidad de que surja la ansiedad o algo negativo ante una determinada situación) y se han condicionado.

Por ejemplo, una persona puede sufrir un ataque de pánico por problemas de estrés. Esta persona experimentara mucha ansiedad durante dicho ataque, si no sabe lo que le pasa puede creer que se está volviendo loco, es un aviso de infarto, etc. Después puede acudir a los servicios médicos de urgencia donde le den un tranquilizante y le digan que solo es ansiedad y que no debe asustarse. Sin embargo el impacto de la subida tan brusca e inesperada de ansiedad puede afectarle tanto a nivel emocional que la información objetiva tranquilizadora no le sirva y empiece a sufrir más ataques de pánico, como consecuencia de sus sesgos atencionales e interpretativos.

Algo habitual tras un primer ataque de pánico es la presencia de agorafobia: temor a que el ataque de pánico y con ello las sensaciones fisiológicas de ansiedad vuelvan a aparecer en el mismo lugar donde le dio la primera vez o en lugares similares o muy parecidos. A partir de aquí la persona empieza a evitar todo tipo de situaciones que asocia a la posibilidad de que surja de nuevo la ansiedad.

Mediante las técnicas conductuales la persona puede ir exponiéndose de forma progresiva a las situaciones que evita sin la presencia de las temidas intensas sensaciones y con ello la asociación entre las situaciones y la aparición de la ansiedad se irá debilitando. Se trata de generar un aprendizaje progresivo, en el que el individuo vaya controlando la ansiedad cada vez más. Debe hacerse por aproximaciones sucesivas, frente a la exposición abrupta no controlada.

La técnica de exposición permite aprender que las consecuencias catastróficas que se temen no ocurren, de manera que la asociación entre las sensaciones temidas y los estímulos que las generan desaparecen. Su eficacia se ha demostrado en el tratamiento de las fobias y otros problemas de ansiedad como el trastorno por estrés postraumático (TEP), trastorno obsesivo compulsivo (TOC) trastorno de ansiedad generalizada (TAG) y trastorno de pánico con o sin agorafobia.

Pero además de las técnicas conductuales específicas para los trastornos de ansiedad como la exposición, existen otras técnicas para el tratamiento de diferentes desórdenes emocionales.

Algunas de éstas técnicas están más orientadas a la modificación de conducta en niños (p.ej., la sobrecorrección, la economía de fichas, el tiempo fuera, coste de respuesta, etc.). Otras están más orientadas a modificar el comportamiento adulto (control estimular, prevención de respuesta, exposición jerarquizada). En algunos casos las técnicas se pueden aplicar tanto a niños y adolescentes como adultos (p.ej., los contratos de contingencias, el refuerzo positivo y negativo, etc.) siempre que se realicen las adaptaciones necesarias para una adecuada intervención. Por último, cabe señalar que aunque algunas técnicas sean más específicas para el tratamiento de determinados desórdenes tal es el caso de los trastornos de ansiedad (p.ej., la exposición o la prevención de respuesta), son aplicables y de gran utilidad para otro tipo de desordenes emocionales, probablemente porque cualquier trastorno o problema emocional implica en mayor o menor medida ciertas dosis de ansiedad.

En nuestra vida diaria podemos observar algunas muestras de lo que estamos intentando explicar. Por ejemplo la técnica del “coste de respuesta” asociada tradicionalmente a la modificación de conducta en niños, está presente en muchas normas de nuestra vida. Un buen ejemplo son las multas de tráfico por infracción de una norma de seguridad vial.


Técnicas conductuales y desórdenes emocionales

En general distintas estrategias y técnicas conductuales han demostrado ser eficaces en el tratamiento de los distintos desórdenes emocionales. Veamos un listado de desórdenes y las técnicas que se aconsejan.

Trastornos del estado de ánimo: autoobservación, autoregistro de conducta, planificación y selección de actividades agradables, exposición programada, autoinstrucciones positivas, entrenamiento en habilidades sociales, resolución de problemas, control de estímulos.

Trastornos del control de los impulsos: autoobservación, autoregistro de conducta, autoinstrucciones positivas, exposición en imaginación, exposición graduada in vivo, prevención de respuesta, abstinencia, control de estímulos, contratos de contingencias.

Trastornos adaptativos: autoobservación, autoregistro de conducta, planificación y selección de actividades agradables, exposición programada, autoinstrucciones positivas, entrenamiento en habilidades sociales, resolución de problemas.

Disfunciones sexuales: autoobservación, autoregistro de conducta, autoinstrucciones positivas, exposición jerarquizada mediante ejercicios de focalización sensorial y genital.

Problemas de conducta y de ansiedad en niños y adolescentes: imaginación, exposición jerarquizada, autoinstrucciones positivas, diario emocional, juegos, instauración de rutinas, eliminación de refuerzos negativos, equilibrar premios y castigos, extinción, control de estímulos, tiempo fuera, coste de respuesta, sobrecorrección, economía de fichas, intención paradójica, contratos de contingencias.

Trastornos de la conducta alimentaria: autoobservación, autoregistro de conducta, entrenamiento en alimentación saludable, autoinstrucciones positivas, exposición jerarquizada, prevención de respuesta, control de estímulos.

Hipocondría: autoobservación, autoregistro de conducta, exposición en imaginación, exposición jerarquizada in vivo, prevención de respuesta, autoinstrucciones positivas.

Fobia social: entrenamiento en habilidades sociales, exposición jerarquizada in vivo, prevención de respuesta, autoinstrucciones positivas, intención paradójica, ejercicios de ataque a la vergüenza.

Déficit de habilidades sociales: entrenamiento asertividad, recibir críticas, hacer valer los propios derechos, aprender a decir no, hacer y recibir cumplidos, mostrar desacuerdo, iniciar, mantener y cerrar conversaciones, resolver conflictos, hablar con personas del otro sexo, etc.

Fobias específicas: exposición en imaginación, exposición jerarquizada in vivo, prevención de respuesta.

Problemas de pareja: entrenamiento en comunicación, resolución de problemas, programación y selección de actividades agradables, contratos de contingencias, tareas para casa.

Duelo: las técnicas conductuales para el duelo son especialmente útiles en los casos de duelos complicados, por ejemplo, duelo por suicidio, cuando no aparece el cuerpo, o no se pudo despedir del fallecido o quedaron asuntos pendientes, etc. Algunas de estas técnicas son hacer un libro de recuerdos, la conmemoración, escribir una carta, etc.

Insomnio: normas de higiene de sueño, intención paradójica, autoinstrucciones positivas, control de estímulos.

Problemas derivados del estrés: autoobservación, autoregistro de conducta, planificación del tiempo, resolución de problemas, toma de decisiones, jerarquización de objetivos, cambio de hábitos, autoinstrucciones positivas, introducción de actividades relajantes, manejo de la ira, etc.

Trastornos psicofisiológicos: plan de actividades saludables, ejercicio físico, alimentación, etc.,

Trastornos de ansiedad: autoobservación, autoregistro de conducta, autoinstrucciones positivas, exposición en imaginación, exposición interoceptiva, exposición in vivo jerarquizada, prevención de respuesta, control de estímulos.


Principales técnicas conductuales

Veamos a continuación una breve descripción de las principales técnicas conductuales.


Autoobservación

Consiste en tratar de observar voluntariamente la propia conducta y algunos factores asociados con el fin de aprender a reconocer, detectar determinadas sensaciones, pensamientos, acciones que tienen lugar en diferentes momentos en la vida cotidiana del individuo y que están asociados a su problema.


Autoregistro

Se trata de registrar la propia conducta autoobservada con el fin de conocer la frecuencia, intensidad, duración, presencia o ausencia de la conducta problema, grado de control sobre la misma, relaciones entre situaciones, pensamientos, emociones y conductas. Es especialmente útil para evaluar conductas no observables y para que las personas aprendan a conocer la conexión entre la presencia de determinados estímulos y sus respuestas cognitivas, fisiológicas, conductuales y sus consecuencias.


Exposición imaginada

Se trata de exponerse a las situaciones temidas a través de la imaginación tratando de experimentar los estímulos internos elicitadores de la ansiedad. El paciente debe recrear la situación que teme con el fin de que aparezcan las respuestas fisiológicas, cognitivas y emocionales. Esta técnica es muy útil como un paso previo a las técnicas de exposición interoceptiva y exposición in vivo cuando el paciente está excesivamente sensibilizado con sus sensaciones o con determinadas situaciones, como por ejemplo las victimas de estrés postraumático.


Exposición interoceptiva

Consiste en eliminar el temor a las sensaciones físicas y en su caso, las conductas de evitación, provocando en una situación segura, las sensaciones temidas de forma repetida, de manera que se produzca una habituación a las sensaciones y se vaya rompiendo la asociación entre las sensaciones corporales temidas y las creencias catastróficas, lo que facilitará el cambio en la interpretación de los síntomas.

El método para conseguir provocar voluntariamente las sensaciones temidas son los ejercicios de exposición interoceptiva que pueden ayudar a reproducir sensaciones iguales o muy parecidas a la experiencia de pánico. Existe una gran variedad de ejercicios recomendados para reproducir sensaciones (p.ej., hiperventilación, hacer deporte intenso, dar saltos, subir escaleras, dar sacudidas con la cabeza, dar vueltas en un sillón giratorio, apagar y encender la luz, fijar la vista en una luz parpadeante, respirar a través de una pajita fina o los labios casi cerrados, etc.).


Exposición en vivo

Consiste en exponerse a las situaciones temidas en el contexto real y por aproximaciones sucesivas. Por ejemplo, utilizar el transporte público, subir en ascensor, conducir, entrar en grandes almacenes, permanecer en sitios cerrados, etc.


Prevención de respuesta

Consiste en intentar controlar el impulso de realizar una conducta de seguridad o de neutralización de la ansiedad que sirva para aliviar la tensión emocional. Por ejemplo, no llamar por teléfono a un hijo si se retrasa, no lavarse las manos más de una vez antes de comer, salir de casa sin comprobar puertas y ventanas, no quedarse callado en una reunión social por miedo a decir algo inadecuado, no evitar quedarse a solas con la persona con la que se experimentan pensamientos intrusos de hacerle daño, etc.


Control de estímulos

Esta técnica se utiliza cuando hay una elevada probabilidad de que aparezca la conducta problema en presencia de un determinado estímulo o situación. Se trata de impedir o eliminar los estímulos provocadores de la conducta que se desea eliminar con el fin de instaurar la conducta adaptativa que se desea. Por ejemplo, evitar entrar o pasar cerca de locales de juego, no aceptar cigarrillos, etc.


Intención paradójica

Se trata de que el paciente haga justamente lo que más teme. Por ejemplo, si una persona tiene miedo a hacer el ridículo en una situación social, se le anima a que intente hacer el ridículo voluntariamente, si una persona tiene problemas para conciliar el sueño, se le indica que intente no dormirse antes de una hora determinada o permanecer despierto toda la noche, si alguien teme que se le note el sudor, se le indica que moje voluntariamente sus axilas, si una persona tartamudea se le pide que intente tartamudear todavía más. Esta técnica suele resultar muy útil con problemas derivados de anticipaciones ansiosas y expectativas de fracaso. Su fin es hacerle ver que la valoración cognitiva de la amenaza está magnificada, el temor es más grande que las consecuencias reales, está fuera de la realidad.


Modelado

El modelado es un proceso de aprendizaje mediante el cual la conducta de un individuo sirve de guía o modelo a un observador con el fin de mostrarle los principios o reglas que deben guiar su conducta en determinados contextos. Esta técnica parte de la premisa de que cualquier comportamiento que se puede adquirir o modificar por aprendizaje o experiencia directa, por ejemplo el miedo a los perros, se puede aprender o cambiar por la observación de la conducta de los demás y de las consecuencias (ver a otras personas acariciar o jugar con un perro).


Modelado encubierto

Esta técnica está destinada a cambiar secuencias de conductas que son perjudiciales para el individuo y aprender conductas beneficiosas. Consiste en que el sujeto practique en imaginación las secuencias de la conducta adecuada de forma que vaya adquiriendo cierta familiaridad y seguridad realizando mediante imaginación dicha conducta y consiga llevarla a cabo en la vida real de una forma provechosa. Se trata de visualizar previamente lo que va a realizar después y tiene como fin preparar al individuo para ejecutar su conducta


Refuerzo positivo

Los reforzadores positivos constituyen las consecuencias agradables que siguen a una determinada conducta o comportamiento. Las conductas se pueden reforzar de dos formas. En primer lugar, mediante un premio o recompensa después de emitir una conducta (reforzamiento positivo). Por ejemplo, si cada vez que María llama a Julia para hablar sobre un problema personal y Julia la escucha, la comprende, le presta atención, la conducta de llamar por teléfono y hablar sobre si misma de María está siendo reforzada positivamente por Julia. Por el contrario si cada vez que María llama por teléfono a Julia intentando explicarle un problema personal o simplemente charlar un rato, Julia no coge el teléfono o cuando lo atiende finaliza la conversación en unos pocos minutos, la conducta de llamar de María no está siendo reforzada positivamente, sino extinguida. Con lo cual es de esperar que María termine por dejar de llamar a Julia ya que no obtiene ninguna consecuencia negativa. Es decir, ningún tipo de refuerzo por su conducta. En el caso de un niño, podríamos ejemplificarlo de la siguiente manera: Si cuando Pablo come solo o hace los deberes sus padres le premian por ello a través de alabanzas, atención o algún privilegio, es de esperar que Pablo tienda a repetir dichas conductas y aprenda a realizarlas de forma sistemática.


Refuerzo negativo

Una segunda manera de reforzar una conducta es a través de poner fin a una situación desagradable. Por ejemplo, si cada vez que Pablo simula sentir náuseas cuando tiene que comer verdura y sus padres se la retiran, es esperable que la conducta de simular náuseas se repita cada vez que quiere librarse de comer un alimento que no le gusta, ya que su comportamiento (simular náuseas o malestar) ha sido reforzado negativamente por la retirada de algo desagradable o aversivo para él.

El consumo de una sustancia psicoactiva como la nicotina puede estar doblemente reforzado, con reforzamiento positivo y negativo, ya que produce placer cuando se consume (reforzamiento positivo) y síndrome de abstinencia (malestar, activación) cuando deja de consumirse (lo que incita a un nuevo consumo, que si se produce hará desaparecer los síntomas de la abstinencia, lo que supondrá un reforzamiento negativo).

En resumen, cuando las conductas van seguidas de una consecuencia positiva reciben el nombre de refuerzo positivo. Cuando las conductas producen alivio porque sirven para poner fin a una situación desagradable, reciben el nombre de refuerzo negativo. Además, tanto las conductas reforzadas positivamente como negativamente aumentan la probabilidad de volver a ser realizadas en el futuro.

En el comportamiento humano existen muchos tipos de reforzadores y formas de reforzar, tanto en el ámbito infantil como el adulto. Por ejemplo, reforzadores materiales: golosinas, juguetes, dinero, etc. Reforzadores de actividad: ver la tele, jugar, ir al cine, estar con amigos, hacer deporte, pintar, viajar, leer, etc. Reforzadores sociales: prestar atención, mostrar interés, sonreír, saludar, elogiar, etc. Reforzadores cambiables: se trata de fichas o puntos canjeables por reforzadores materiales o de actividad. Las fichas son muy utilizadas por padres y profesores; por ejemplo, cuando el maestro da puntos para subir calificaciones, o cuando los padres anotan en un registro comportamientos deseables con derecho a puntos o fichas acumulables y canjeables por dinero o ciertos privilegios.


Extinción

La técnica de extinción también conocida en el ámbito de la clínica infantil como ignorancia sistemática, es una técnica para reducir o eliminar conductas o comportamientos inadecuados previamente (o no) reforzados. Consiste, en establecer las condiciones necesarias para que los comportamientos que refuerzan una conducta inadecuada dejen de darse. Por ejemplo, si cada vez que un niño patalea o muestra rabietas, porque no quiere comer pescado y se le intenta calmar premiándole con otros alimentos, la conducta de patalear para evitar comer pescado está siendo reforzada. La extinción consistiría en no atender la pataleta y mantener el pescado.

A la hora de extinguir una conducta conviene tener en cuenta si la conducta a ignorar ha sido previamente reforzada. Por ejemplo, si un niño se queja en varias ocasiones cuando le dan de comer pescado y no se le presta ninguna atención a sus quejas se estará aplicando un procedimiento de extinción a las quejas; pero debe tenerse en cuenta si previamente se han reforzado las quejas y no comer pescado (ofreciéndole otro alimento, cogiéndolo al brazo para calmarlo, etc.), pues es de esperar que el niño no aprenda la conducta de comer pescado ya que nunca ha sido reforzada (ni ahora, ni menos aún en el pasado).

Si por el contrario, el niño ha sido acostumbrado a recibir atención y otro tipo de alimento, la conducta de quejarse ha sido previamente reforzada, por ello es de esperar que al poner en práctica la extinción aumente el comportamiento inadecuado del niño, es decir, aumente su pataleta. Esto es así porque las conductas reforzadas previamente tienden a agravarse cuando se intenta extinguirlas, a su vez las que nunca han sido reforzadas no se desarrollan. Por ello, cuando se intenta extinguir una conducta previamente reforzada, ésta tenderá a agravarse, pero si se persiste en no reforzarla, entonces la conducta de quejarse disminuirá progresivamente hasta extinguirse. Además, deberá reforzarse cualquier acercamiento a la conducta de comer el pescado (por ejemplo, tras probarlo sin hacer ascos, decirle cosas positivas).


Castigo

El castigo consiste en introducir una consecuencia negativa o aversiva inmediatamente después de una conducta indeseable o inadecuada. Por ejemplo, si un niño insulta a su madre y ésta se pone muy seria, le reprende o le da un cachete, es de esperar que el niño no vuelva a repetir tal comportamiento. La utilización del castigo tiene como consecuencia la eliminación inmediata de una conducta. Para que sea eficaz deber ser intenso, de corta duración y aplicarse de forma inmediata y congruente a la conducta inadecuada.

Si no se aplica correctamente, la persona castigada puede desarrollar conductas aprendidas no deseadas, por ejemplo para hacer lo prohibido y evitar el castigo, o pueden generarse otras consecuencias negativas no deseadas de tipo emocional como desarrollar inseguridad si unas veces se premia y otras se castiga el mismo comportamiento.

Algunos padres confunden estas dificultades de aplicar correctamente el castigo, concluyendo que nunca se debe usar el castigo. E incluso, otros van más a allá y llegan a no poner normas a sus hijos, o a ser excesivamente permisivos, lo que suele acarrear resultados catastróficos, pues todo grupo social (familia, escuela, empresa) tiene sus normas y los niños deben aprender a respetarlas desde pequeños. En las últimas décadas se observan frecuentes problemas de conducta en niños y jóvenes que han crecido en familias sin normas de comportamiento o con normas inadecuadas que chocan en otros ámbitos fuera de la familia (escuela, amigos, trabajo, vecinos, etc.), lo que les genera problemas de adaptación, pues la sociedad no va a permitir la conducta antisocial que se haya podido aprender en casa.


Coste de respuesta

El coste de respuesta también llamado castigo negativo consiste en hacer que la conducta inadecuada vaya seguida de la retirada de una recompensa o privilegio del que ya se disfruta. Por ejemplo, cada vez que David pega a su hermano pequeño su madre le castiga sin bajarle al parque o le retira su juguete preferido. Esta forma de eliminar conductas recibe el nombre de coste de respuesta, dado que el realizarla implica perder algo positivo. Al igual que el castigo positivo su aplicación debe ser inmediata, de corta duración, intensa y congruente con la conducta inadecuada.


Tiempo fuera

El tiempo fuera consiste en retirar al niño físicamente del lugar donde esté llevando a cabo la conducta inadecuada (patalear, gritar, morder, pegar, etc.) y trasladarlo a otra habitación. Se debe poner al niño en un lugar seguro, que no le genere miedo, pero aburrido en el que no tenga alcance a juguetes, a otros niños o a entretenimientos. El tiempo de permanencia debe ser tantos minutos como años tenga.


Sobrecorrección

La sobrecorrección es un tipo de castigo que utiliza consecuencias correctivas basadas en el esfuerzo. El objetivo principal es reparar el daño causado por una conducta inadecuada. Se trata de aplicar consecuencias naturales para romper hábitos inadecuados y aprender comportamientos apropiados al mismo tiempo. Por ejemplo, si un niño arroja objetos por la ventana, debe bajar a la calle acompañado por un adulto y recoger él mismo lo que haya tirado. Además, se debe intentar hacer comprender y corregir en la medida de lo posible otras consecuencias de su comportamiento: si se ha ensuciado el juguete (lavarlo), si se ha roto (arreglarlo, restaurarlo, pagarlo), si le hubiese dado a alguien (consecuencias, reparación), etc.


Economía de fichas

La economía de fichas suele ser un programa de reforzamiento, que consiste en introducir un “sistema de recompensas” que ayude a motivar a los niños para realizar una determinada tarea o conducta. Con este sistema se intenta premiar al niño cada vez que realiza la conducta adecuada. Se pueden elaborar diferentes diseños, dependiendo de la edad del niño, por ejemplo si es muy pequeño un diseño clásico es dibujar un registro en forma de calendario de 30 días en una cartulina grande donde cada día debe anotar o pegar un adhesivo, por ejemplo si no ha mojado la cama y poner una cruz si la cama está húmeda. Cada vez que pegue un adhesivo, el niño será premiado con elogios, alabanzas y muestras de afecto de los padres y de otros miembros de la familia, y por cada tres o cuatro adhesivos pegados, podrá obtener algún refuerzo especial; un juguete, un tebeo, ver un programa de televisión, etc.


Entrenamiento asertivo

El comportamiento asertivo hace referencia al respeto por los propios derechos pero también por los derechos de los demás. Las personas asertivas tienden a tener en cuenta y expresar adecuadamente sus propios sentimientos, deseos y necesidades pero también tienen en cuenta los de los demás. El comportamiento asertivo suele conducir a consecuencias sociales favorables. Las personas asertivas se sienten seguras de sí mismas y suelen desarrollar buenas relaciones interpersonales.

En cambio, algunas personas tienen problemas de asertividad, especialmente las personas con un estilo inhibido de conducta o personalidad. El entrenamiento asertivo resulta muy útil para aumentar la autoestima y evitar la tensión emocional derivada de interacciones sociales estresantes. Mediante esta técnica, las personas consiguen una mayor capacidad para expresar sus sentimientos, deseos y necesidades de manera honesta y relajada ante los demás.


Entrenamiento en habilidades sociales

Las habilidades sociales conforman un conjunto de capacidades y destrezas interpersonales que nos permiten relacionarnos con otras personas de forma adecuada, siendo capaces de expresar nuestros sentimientos, opiniones, deseos o necesidades en diferentes contextos o situaciones, sin experimentar tensión, ansiedad u otras emociones negativas. Además, son capaces de actuar en una determinada situación de manera apropiada; es decir, de acuerdo con las normas implícitas y explicitas que regulan el comportamiento social. Por último, se desenvuelven con maestría o habilidad en situaciones habituales o complicadas, por lo que suelen estar más a gusto en tales situaciones que las personas que carecen de habilidad social. Por todo ello, su conducta social podría ser calificada como deseable por parte de los demás.

Algunas personas tienen grandes dificultades para relacionarse de forma eficaz con otras personas. Por ejemplo, unas personas tienen dificultades para decir No (falta de asertividad). Otras para iniciar, mantener o cerrar conversaciones. Otras para enfrentarse eficazmente a las críticas. Otras para relacionarse con personas del otro sexo. Otras para hacer valer sus derechos personales. Otras para hacer peticiones o pedir favores. Otras para hablar en público, etc. Otras para manejar adecuadamente situaciones interpersonales conflictivas. Otras pueden poseer buenas habilidades sociales pero tienen alguna dificultad específica. Por ejemplo, una persona puede ser capaz de presentarse ante un grupo de personas, acudir solo a una fiesta, hacer amigos con facilidad, hacer cumplidos o pedir favores, pero no ser capaz de decirle a alguien algo que le molesta o permitir que no se respeten sus propios derechos o sentimientos.

Las técnicas de entrenamiento en habilidades sociales sirven para aprender a manejar cada una de estas situaciones de forma efectiva a través de prácticas de role-playing, observación de modelos, escenificación de situaciones sociales (ensayo conductual), práctica reforzada, tareas para casa, etc.

Véase un amplio apartado dedicado a esta técnica, con instrumentos de evaluación, explicación de las diferentes técnicas de entrenamiento y la monografía titulada “Habilidades Sociales”.


Solución de problemas:

La técnica de solución de problemas resulta especialmente eficaz para resolver diversos tipos de problemas relacionados con toma de decisiones importantes, sucesos vitales estresantes, trastornos adaptativos, etc. Parte del supuesto de que para plantearse la solución de un problema que nos afecta se genera malestar emocional, ansiedad y es difícil ser concreto y objetivo en la búsqueda de la solución. Por ello, conviene ser sistemático y seguir un procedimiento reglado. El entrenamiento en solución de problemas tiene seis fases; (1) definición del problema, de manera clara, específica, operativa, sin mezclar con otros problemas, etc.; (2) listado de todas las posibles soluciones o alternativas; (3) lista de ventajas e inconvenientes de cada una de las posibles alternativas; (4) evaluación de las ventajas e inconvenientes de cada una de las posibles soluciones; (5) selección de la alternativa menos mala; (6) no volver atrás nunca en el proceso, si no se quiere caer de nuevo en la ansiedad, darle vueltas a las cosas sin llegar a decidir, etc.


Contrato de contingencias

Los contratos de contingencias son contratos conductuales de reforzamiento entre los individuos que desean que una conducta cambie y las personas cuya conducta debe ser cambiada. Por ejemplo, entre padres-hijos, estudiantes-profesores, terapeutas-pacientes, o entre ambos miembros de una pareja. El contrato debe especificar los reforzadores que obtendrá quien deba cambiar su comportamiento, las conductas que debe llevar a cabo, los privilegios o refuerzos que cada parte espera obtener, las sanciones o faltas derivadas del no cumplimiento, también puede contener una clausula de bonificación. Los contratos de contingencias se utilizan sobre todo en el ámbito de los trastornos del control de los impulsos, las adicciones y el abuso de drogas, problemas de pareja y trastornos de la conducta alimentaria.


Autocontrol

El objetivo de estas técnicas es buscar que el individuo llegue a alcanzar control sobre su propia conducta a través del entrenamiento de su capacidad para regular la interpretación de las situaciones y con ello las emociones y alteraciones que acompañan a su conducta. Dentro de esta categoría estarían el entrenamiento tanto en las técnicas cognitivas, como las fisiológicas y las propiamente conductuales.

Pero el autocontrol también puede entenderse como el entrenamiento para desarrollar la capacidad del individuo para observar su propio comportamiento, evaluarlo y regularlo, autoadministrándose las consecuencias adecuadas: alcanzar el autocontrol aplicándose a sí mismo las técnicas operantes de refuerzo o castigo, así como aplicando las condiciones que requieren otras técnicas de modificación de conducta, como la prevención estímulos, prevención de respuesta, etc.

Fundamento: la aplicación y desarrollo de las leyes del condicionamiento instrumental u operante al comportamiento humano había permitido modificar la conducta de los otros; las técnicas de autocontrol intentan conseguir la autoaplicación de la tecnología desarrollada dentro de la Modificación de Conducta heteroaplicada.

Las principales técnicas de autocontrol que se pueden utilizar son:

1. Estrategias para facilitar el cambio de la conducta

2. Técnicas de planificación ambiental

a. Técnicas de control del estímulo

b. Programación previa de las consecuencias de la conducta

3. Técnicas de programación conductual

Las técnicas de control del estímulo pretenden eliminar o modificar situaciones desencadenantes de las conductas cuya frecuencia queremos disminuir, así como facilitar la presencia de situaciones que desencadenan las conductas cuya frecuencia queremos aumentar. Estrategias para el control de estímulos: restricción física, eliminación de estímulos, cambiar los estímulos discriminativos, cambiar el medio social, modificar las propias condiciones físicas o fisiológicas.

La programación previa de las consecuencias de la conducta se fundamenta en la planificación del medio de manera que se modifiquen las consecuencias que normalmente siguen a una conducta que queremos modificar. Las estrategias que utiliza son la búsqueda de apoyo social o instrumental y los contratos de contingencias.

Las técnicas de programación conductual se fundamentan en:

(1) la autoadministración de refuerzo contingente con una conducta deseada;

(2) autoadministración de castigo contingente con una conducta no deseada;

(3) autoadministración de otras contingencias.

Las estrategias que usan las técnicas de programación son:

(1) especificación previa de un criterio que el sujeto se compromete a cumplir; y

(2) entrenar el proceso de autocontrol: observación, evaluación, decisión, autoadministración

Continuando con las técnicas de programación conductual, las técnicas que se utilizan para aumentar la frecuencia de una conducta son: autorrefuerzo positivo, principio de Premack (asociar las conductas cuya frecuencia se quiere aumentar con otras de alta frecuencia, para que éstas refuercen a aquéllas), autorrefuerzo positivo simbólico, autorrefuerzo negativo, práctica imaginaria + autorrefuerzo simbólico.

A su vez, las técnicas utilizadas para disminuir la frecuencia de una conducta son: autocastigo positivo, autocastigo negativo, sensibilización encubierta, detención del pensamiento.


  
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