Header image
 
Pontificia Universidad Católica
Madre y Maestra
 E-mail Mapa web 
  
 

Estrés en la enfermedad crónica

En los últimos cien años, aproximadamente, se ha duplicado la esperanza de vida en los países desarrollados. Una de las causas más importantes se debe al control de las enfermedades de transmisión o infecciosas. A medida que hay ido aumentando la esperanza de vida, la preocupación por las epidemias de tipo infeccioso se ha ido desplazando hacia las enfermedades no infecciosas, cuya importancia ha ido creciendo. Digamos que antes muchas personas morían de cólera, mientras que ahora es por infarto.

Las enfermedades de transmisión dependían de la falta de higiene y control en las aguas residuales, que se mezclaban con las de consumo. Mientras que hoy, casi un tercio de las personas que viven en países desarrollados mueren por enfermedades de tipo cardiovascular, que están asociadas a un estilo de vida poco saludable, en el que a los factores de riesgo clásico, como son mala alimentación, colesterol, obesidad, diabetes, sedentarismo, tabaco e hipertensión, se suma ahora el estrés psicosocial.

El estrés psicosocial es un factor de riesgo que está asociado con el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, la diabetes, algunos tipos de cáncer y otras enfermedades crónicas, como el dolor crónico. Así, independientemente de los otros factores tradicionales, haber sufrido estrés multiplica por 2,17 la probabilidad de sufrir un infarto de miocardio y supone un riesgo para la población del 32,5%.

Cuando una persona tiene estrés, fuma y apenas tiene tiempo para comer, tiende a comer alimentos más calóricos, más grasos y más elaborados, prescindiendo de las verduras y las frutas; además, no tiene tiempo de hacer ejercicio, ni de desarrollar suficientes actividades sociales, de tiempo libre y de ocio, para desprenderse del estrés y de las conductas insalubres que lo acompañan. Este estilo de vida, marcado por el estrés, tiende a producir a medio y largo plazo, las primeras disfunciones y trastornos (hipercolesteremia, hipertensión, obesidad), que son la puerta de entrada a otras enfermedades más graves, como diabetes, infarto, ictus o cáncer.

Es un camino bien estudiado en el que se conocen las asociaciones significativas, verdaderas relaciones causales, entre un punto (por ejemplo, obesidad) y el siguiente (diabetes). La persona que va acumulando factores de riesgo cardiovascular en su estilo de vida, va aumentado la probabilidad de sufrir un infarto. Existe una relación dosis-efecto entre los factores de riesgo (tradicionales y el estrés) y la probabilidad de desarrollar una enfermedad crónica.

Al final, la causa de muerte de cada individuo no suele ser un tema que depende del azar o del destino, sino de su estilo de vida. La primera causa de muerte en nuestra sociedad la constituyen las enfermedades del sistema circulatorio (corazón y cerebro), con un 30,5% de defunciones en 2011, y la segunda los tumores, con el 28,2%. Solo estas dos causas explican casi el 60% de las muertes acaecidas en España, suponen el colectivo de enfermos crónicos más importante, suponen la mayor parte del gasto sanitario y en ambas hay un factor de riesgo esencial, que es el estilo de vida, un factor modificable.

La investigación médica ha determinado que existe una relación causal entre estilo de vida y salud, siendo éste el factor de riesgo más importante para la salud. La medicina considera que la salud depende de un número reducido de factores que determinan la salud en un porcentaje relativamente bien conocido: (1) estilo de vida,  43%; (2) herencia genética, 27%; (3) medio ambiente o entorno en que se vive, 19% y (4) sistema sanitario, 11%.

Afortunadamente, el factor de riesgo más importante para sufrir enfermedades crónicas, la discapacidad consiguiente, la pérdida de calidad de vida y morir prematuramente por ellas es el estilo de vida (mala alimentación, tabaquismo, sedentarismo, estrés), que se puede modificar antes de que sea demasiado tarde.

Es sabido que los problemas de salud crónicos diagnosticados por los médicos con mayor frecuencia son, por este orden: (1) artrosis y problemas reumáticos, 21,3%; (2) hipertensión arterial, 20,7%; (3) colesterol alto, 16,1%; (4) alergias, 12,3%. En todas estas enfermedades crónicas el estilo de vida juega un papel importante.

A su vez, los problemas psicológicos más frecuentes son: (1) el estrés, (2) los trastornos de ansiedad, (3) los trastornos depresivos, (4) los trastornos de la alimentación o del sueño. Se trata de los desórdenes emocionales, una serie de trastornos mentales frecuentes que derivan de un mal manejo del estrés y las emociones.

Pero no sólo el estrés y un pobre manejo del mismo y de las emociones potencian los factores de riesgo clásico de las enfermedades crónicas, sino que también sucede, a la inversa, que el padecimiento de enfermedades crónicas genera estrés y emocionalidad negativa, que a su vez suponen un problema para el control de la enfermedad. De manera que se trata de una espiral creciente de disfuncionalidad, de la que afortunadamente se puede salir si uno se lo propone. Pero si no se hace nada, la tendencia que se observa es aumento de la cronicidad, de la discapacidad y de la comorbilidad.

Las enfermedades crónicas provocan cambios significativos en la vida de los pacientes que afectan su calidad de vida, el bienestar y requieren la aplicación de estrategias de afrontamiento eficaces que permitan superar la nueva situación, para que no se dispare el descontrol de la enfermedad y de los nuevos factores que la potencian.

Se sabe que cerca del 30% de los individuos no logran adaptarse al padecimiento de una enfermedad crónica que va aumentando poco a poco la discapacidad. Para afrontar con éxito una enfermedad crónica se requiere que el paciente sea capaz de manejar con éxito su estrés, sus emociones y su conducta de autocuidado de manera adaptativa. Ello ayudará a controlar el desarrollo de la espiral creciente, a que no aparezcan los trastornos psicológicos que habitualmente están asociados a la enfermedad crónica (los trastornos de ansiedad y del estado de ánimo). Para un buen control de la enfermedad crónica es esencial una baja intensidad de sentimientos negativos, un alto nivel de sentimientos positivos y un comportamiento responsable de autocuidado, junto con la satisfacción y bienestar respecto de otros dominios vitales distintos de la salud (familia, trabajo).

Para conocer el impacto socioeconómico de enfermedades crónicas como la diabetes es indispensable realizar el cálculo de los costes globales, de modo que se incluyan los gastos directos, de atención sanitaria, pero también los indirectos (jubilaciones prematuras por enfermedad, pérdida de horas de trabajo o bajas laborales). Traducido en costes, la diabetes supuso para las administraciones públicas de salud en España un gasto superior a los tres millones de euros (en concreto de 3.297.095,3). Pero si no se ataja el problema de la creciente prevalencia de obesidad, que se ha disparado en las últimas décadas, el gasto de las enfermedades crónicas que genera la obesidad llegará a ser difícilmente sostenible.

Estos datos hacen pensar en la necesidad urgente de planes de prevención y diagnóstico temprano de las enfermedades crónicas, como la diabetes, y sus complicaciones, así como programas de optimización de los recursos sanitarios existentes, mediante la formación de equipos multidisciplinares.

La dieta mediterránea y la actividad física, que seguían los niños de hace cuarenta años en nuestro país, desempeñaban un papel fundamental en la prevención del sobrepeso y la obesidad durante la infancia y la adolescencia. Factores como estos, junto con el hecho de que nuestras abuelas no fumaban, han sido responsables de una evolución muy positiva de la esperanza de vida en España en las últimas décadas. Sin embargo, hoy en día nuestra sociedad está evolucionando en el camino no deseado: se está abandonando la cocina de la abuela por la comida rápida elaborada; el ejercicio físico del juego en la calle se ha sustituido por el sedentarismo del televisor, el ordenador y las nuevas tecnologías; la mujer está desarrollando hábitos tóxicos que no tenía, como el tabaquismo, que está disparando el cáncer de pulmón femenino. Además, en medio de todo, el estrés está aumentando y con él sus consecuencias negativas.

La investigación sobre la mortalidad en nuestro país y en los países occidentales indica que uno de los principales problemas está asociado con el rápido aumento en los niveles de sobrepeso y obesidad, en los que juegan un papel esencial la dieta, el ejercicio físico, las emociones y el estilo de vida en general. Resolver este problema mediante modificaciones adecuadas de la dieta y de los hábitos de ejercicio parece fácil, pero en la práctica no basta con prescribir dietas y ejercicio físico. Además, hay que enseñar a desarrollar hábitos y a manejar emociones. De lo contrario, al final sólo un pequeño porcentaje será capaz de mantener su pérdida de peso a largo plazo. Esto es especialmente cierto en personas con mucho estrés, intensa sintomatología emocional, o con desórdenes emocionales, como trastornos de ansiedad, del estado de ánimo o trastorno por atracón.

Además, de programas preventivos para no desarrollar enfermedades crónicas, se deben poner en marcha programas de manejo del estrés, las emociones y el autocuidado en enfermos crónicos, para que recuperen el control de un proceso que tiende a aumentar en forma de espiral: las personas que tienen depresión presentan un riesgo relativo de 1,60 para sufrir diabetes tipo II; y las personas que tienen diabetes presentan un riesgo relativo de 1,15 para sufrir depresión.

Véase el vídeo de Canal UNED titulado Diabetes e hipertensión arterial, en el siguiente enlace:

http://www.canaluned.com/mmobj/index/id/13246

Véase el vídeo de Canal UNED titulado Cáncer: Prevención y dieta, en el siguiente enlace:

http://www.canaluned.com/mmobj/index/id/12074

  
  Videos