Disfunciones sexuales
Para que una conducta sexual sea experimentada como saludable por parte del individuo se requiere generalmente una buena información sobre la sexualidad humana, libre de errores, así como la presencia de actitudes sexuales positivas. Por ello, entre los objetivos de la terapia sexual se incluyen precisamente la psicoeducación en material sexual y la modificación de las actitudes negativas que suelen caracterizar a los pacientes con disfunciones sexuales.
En el ámbito de la prevención estos dos factores (información adecuada y actitud positiva) tienen una especial importancia. Así, por ejemplo, se ha demostrado que las personas con actitudes sexuales negativas son:
1) más reacias a la adquisición de información sobre métodos anticonceptivos,
2) menos proclives a la participación en programas de prevención de la disfunción sexual,
3) más propensas a mostrar reacciones emocionales negativas ante estímulos o situaciones sexuales,
4) más predispuestas a evaluar negativamente los estímulos o situaciones sexuales,
5) lo que les llevaría a evitarlos, más que a la búsqueda de este tipo de estímulos.
Una actitud favorable hacia el sexo se puede medir con preguntas como las siguientes, cuando se responden positivamente:
1. Bañarse desnudo/a con una persona del otro sexo podría ser una experiencia excitante.
2. La masturbación puede ser una experiencia excitante.
3. Me resulta excitante pensar en tener una relación sexual coital.
4. Probablemente sería una experiencia excitante acariciar mis genitales.
5. Me agrada tener sueños sexuales.
6. Siento curiosidad por el material de contenido sexual (libros, películas).
Factores psicológicos que pueden predisponer las disfunciones sexuales
No se conocen con exactitud los factores que pueden predisponer al desarrollo de una disfunción sexual, aunque se sabe que podrían estar relacionados con los siguientes aspectos:
1. Información errónea o inadecuada sobre la sexualidad.
2. Actitudes negativas hacia el sexo.
3. Aprendizajes sexuales inadecuados (evitaciones no deseadas), insatisfactorios (pasividad y falta de disfrute) o traumáticos (violación, abuso sexual infantil), especialmente en las primeras experiencias sexuales.
4. Problemas derivados de la propia relación de pareja, como ausencia de una comunicación clara, expectativas diferentes o problemas de atracción, deseo o infidelidad.
5. Comportamientos contraproducentes en la interacción sexual como por ejemplo, la “conducta de espectador” en la cual la participación de uno de los miembros es mínima.
6. Actividad cognitiva inadecuada durante la relación sexual, como expectativas negativas de resultado con atribución de culpa, o mantener pensamientos negativos que creen ansiedad,
7. Reducir la actividad sexual únicamente a la interacción genital.
8. Presencia de un problema sexual en uno de los miembros de la pareja.
9. Aparición de otros trastornos como la depresión o la ansiedad.
10. Educación moral o religiosa excesivamente restrictiva.
11. Inseguridad en el propio género o identidad sexual.
12. Expectativas irracionales respecto a la sexualidad.
13. Sufrir sobrecarga de trabajo y otros factores de estrés psicosocial (desempleo, separación, etc.).
Factores psicológicos mantenedores de las disfunciones sexuales
Los factores de mantenimiento más relacionados con las disfunciones sexuales son los siguientes:
1. Información sexual inadecuada sobre la disfunción.
2. Actitudes negativas hacia el sexo.
3. Reducir la sexualidad al coito.
4. Concepción estereotipada sobre los roles masculinos y femeninos a cumplir en la interacción sexual.
5. Ansiedad o temor a las relaciones sexuales.
6. Anticipación de fracaso antes de la interacción sexual.
7. Sentimientos de culpabilidad por sufrir una disfunción.
8. Evitación de la demanda de ayuda a un especialista sanitario.
9. Problemas en la relación de pareja, especialmente de comunicación, de deseo y atracción.
10. Cualquier circunstancia adversa de tipo familiar, social o laboral.
Además de estos factores, se sabe que determinados conceptos erróneos o ideas distorsionadas sobre la sexualidad pueden producir disfunciones sexuales. Algunas de estas ideas son las siguientes:
Ideas erróneas sobre la sexualidad
1. El hombre no debe tener o expresar sus sentimientos.
2. En sexo lo que vale es la ejecución (por ejemplo, tener que conseguir siempre un orgasmo y además simultáneo los dos miembros de la pareja).
3. El hombre siempre “está preparado” para la relación sexual.
4. Cualquier contacto físico debe acabar en una relación sexual.
5. La relación sexual se acuerda y se ejecuta sin más preámbulos, sin necesidad de preparación.
6. El sexo sin penetración no es sexo.
7. La relación sexual plena debe acabar siempre en orgasmo.
8. El sexo debe ser natural y espontáneo sino no vale.
9. No hay mujeres “frías” sino hombres inexpertos.
10. Para tener relaciones sexuales la erección es necesaria y obligatoria.
11. El hombre es el responsable de la relación sexual y por lo tanto debe ser él quien la dirija y quién consiga el orgasmo de su pareja.
Efectos negativos de las ideas erróneas sobre la sexualidad
A veces los problemas sexuales tienen su origen en este tipo de ideas. Son ideas no basadas en la realidad sino en creencias populares sin ninguna base científica o profesional.
Por ejemplo, la predisposición o el deseo sexual responden a diferentes variaciones de la libido que pueden alterarse por el estrés, la ansiedad, el cansancio o el estilo de vida en general. Estas variables pueden afectar tanto a hombres como a mujeres.
Otras ideas que a veces perturban a las personas y les hacen dudar de su papel en la relación de pareja o de sus sentimientos hacia el otro son por ejemplo las fantasías sexuales. Algunas personas temen o se prohíben tener fantasías sexuales, que son habituales en otras personas y enriquecen su vida sexual.
Las fantasías sexuales son perfectamente normales, no guardan ninguna relación con estar o no enamorado de la pareja. Simplemente son un elemento más de la sexualidad humana que contribuye a mejorar la calidad de la experiencia sexual. En este sentido, no se debe confundir imaginar con activarse y con realizar, son tres niveles de realidad distintos.
Una cosa es utilizar la imaginación para enriquecer la relación sexual y obtener mayor grado de excitación. Otra es pensar en la posibilidad de cometer una infidelidad pero nunca llegar a realizarlo y otra cosa bien diferente es llevarlo a cabo y consumar la infidelidad.
Otra disfunción sexual que se ha visto seriamente influida por los mitos sexuales es la eyaculación precoz. Este trastorno se ha asociado tradicionalmente a la adolescencia, etiquetando absurdamente a los hombres que lo padecen de infantiles o inmaduros, cuando algunos estudios han demostrado que el cansancio, la ansiedad, el estrés, la depresión y otros problemas emocionales causan eyaculación precoz al menos al 30% de los hombres en algún momento de su vida. Según una encuesta europea, aproximadamente la mitad de los varones que tienen este problema lo consideran una vergüenza, la cuarta parte dice haberle hecho perder la seguridad en sí mismo y el 28% no lo considera una enfermedad o trastorno. Como consecuencia, sólo el 10% de los afectados demanda ayuda.
Lo mismo sucede con la disfunción eréctil, un problema de ansiedad asociado popularmente a falta de virilidad y a otras creencias equivocadas e irracionales parecidas. En realidad, la mayoría de los problemas de erección se producen por temor a “fallar” y mantener la atención centrada en esta posibilidad, generando ansiedad, en lugar de atender la comunicación emocional, las sensaciones y las fantasías sexuales. La ansiedad y el temor son incompatibles con el desarrollo y mantenimiento de la erección. Además, estas emociones negativas basadas en sesgos de la atención (rumiaciones sobre expectativas negativas) e interpretativos (atribución de culpa), a veces producen también eyaculación precoz.
Si no superan estos problemas cognitivo-emocionales, el problema de erección puede persistir aunque se tomen fármacos para producir la erección. Este tipo de fármacos son eficaces para producir la erección, pero los factores cognitivo-emocionales señalados, si no se han modificado, continúan provocando el problema de manera permanente. Es como si tomamos analgésicos pero no sacamos el dedo de la trampa.
Por otro lado, no tiene sentido tomar este tipo de fármacos si se consumen sustancias tóxicas que provocan problemas de erección como tabaco, alcohol, cannabis, cocaína, etc. Primero hay que eliminar los factores que generan el problema de erección.
Y así sucesivamente podríamos ir añadiendo toda una serie de ideas preconcebidas y equivocadas que pueden contribuir al aumento de las disfunciones y de los problemas sexuales.
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