Estrés y adaptación
El estrés es un mecanismo de reacción que se activa ante un problema para el que no tenemos suficientes recursos, como por ejemplo mantener la temperatura interna constante bajo condiciones de frío o calor. Se trata de un sistema tan antiguo como el propio hombre, que compartimos con animales (lucha por la supervivencia, hambrunas) e incluso plantas (falta de agua, de nutrientes, de luz), y que nos permite reaccionar con rapidez y seguridad ante contextos en los que hay que dar una respuesta para la que no tenemos recursos activos y necesitamos dinamizarlos. Este mecanismo pone en marcha un proceso de activación de recursos (por ejemplo para mantenerse despierto y atento cuando tenemos que conducir durante varias horas), que se detiene cuándo se consigue el objetivo deseado (por ejemplo, dar respuesta a las demandas de esta situación, llegar bien a nuestro destino).
La energía que maneja un organismo es un bien escaso que obtiene de la alimentación, el agua, el oxígeno del aire, el sol, la temperatura ambiente, etc. Cuantos más recursos tenga el organismo, mejor podrá atender las demandas de su propio funcionamiento (transformar los alimentos en reservas de glucosa a través del proceso digestivo, regenerar tejidos, reproducirse, etc.) así como de su medio (conseguir alimentos, agua, seguridad, etc.). A su vez, el apoyo social ayuda a los individuos de nuestra especie a conseguir más objetivos, una mejor adaptación, mediante la unión de esfuerzos.
Es evidente, que cuando el individuo necesita activar sus recursos para prestar mucha atención a una tarea y procesar información compleja o amenazante, no puede estar haciendo otras tareas que detraigan una gran cantidad de recursos, como conducir, mantener una conversación en paralelo o hacer una digestión larga y compleja. Así pues en muchas ocasiones, los recursos propios más el apoyo social se ven superados por las demandas del medio. En ese momento, para adaptarnos mejor, surge el proceso de estrés que activa los recursos más necesarios para atender las demandas más urgentes e importantes, a la vez que paraliza otros procesos que no son necesarios en ese momento, como hacer la digestión, humedecer la piel, regenerarla o aumentar las reservas de defensas de nuestro organismo.
Por lo tanto, el proceso de estrés no sólo activa los recursos que necesitamos para atender las demandas del medio, sino que enlentece o paraliza algunos procesos que no son urgentes ni importantes para la supervivencia en ese momento.
Esto es lo que explica, por ejemplo, por qué una persona que acumula algunos problemas (demandas del medio no resueltas), desde hace algún tiempo, nota que se le cae el pelo o se le rompe, se le reseca la piel o aumenta su eczema, hace peores digestiones, ha vuelto a tener un herpes labial, o desarrolla otros problemas de salud típicos de estados carenciales o de inmunodepresión; al mismo tiempo, que se le observar muy activado a nivel fisiológico (mayor tensión muscular, respiración más rápida, aceleración cardiaca, aumento de temperatura y sudor, etc.), a nivel cognitivo (aumento de las preocupaciones, rumiaciones, tomas de decisiones complejas, etc.) y a nivel conductual (realizar múltiples actividades encaminadas a tratar de paliar o resolver los problemas, dormir menos horas, etc.).
Véase el vídeo de Canal UNED titulado Trabajar en positivo, en el siguiente enlace:
http://www.canaluned.com/mmobj/index/id/7654
Véase el vídeo de Canal UNED titulado Resiliencia. Conceptos de psicología positiva, en el siguiente enlace:
http://www.canaluned.com/mmobj/index/id/13696
Véase el vídeo de Canal UNED titulado El estrés laboral. Enfermedad psicosocial, en el siguiente enlace:
http://www.canaluned.com/mmobj/index/id/12460
Véase el vídeo de Canal UNED titulado Riesgos laborales, en el siguiente enlace:
http://www.canaluned.com/mmobj/index/id/12582
Véase el vídeo de Canal UNED titulado El cuidador cuidado, en el siguiente enlace:
http://www.canaluned.com/mmobj/index/id/12038
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