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Emociones y experiencia

Cuando nos enfrentamos a una situación que puede afectarnos positiva o negativamente, hacemos una valoración cognitiva de las consecuencias que nos puede acarrear. Dependiendo de la interpretación que realicemos de la situación (amenaza, pérdida, éxito, etc.), surgirá o no una reacción emocional. Esta reacción emocional nos activa a nivel cognitivo y fisiológico, nos prepara para actuar y nos predispone afectivamente, al generar una experiencia consciente de tipo agradable (emociones positivas) o desagradable (emociones negativas). Los pensamientos relacionados con esta actividad cognitiva y las sensaciones corporales producidas por los cambios fisiológicos, que se producen según lo estamos pensando, constituyen la base de la experiencia emocional, más o menos agradable-desagradable y con una intensidad proporcional a la percepción de los cambios somáticos. Esta experiencia consciente la reconocemos como "sentir" miedo, ansiedad, alegría, tristeza, etc.

El tono hedónico, agradable o desagradable, de la experiencia emocional hace que las emociones desempeñen un papel muy importante en nuestra vida. Así, por ejemplo, orientan el sentido de nuestra conducta hacia esa situación (aproximación o alejamiento). Lo que nos lleva a alejarnos de los peligros o acercarnos a alguien que sonríe, está relacionado con la experiencia emocional que provocan el peligro y la sonrisa, respectivamente.

Nuestra experiencia emocional está teñida de placer o desagrado, lo que resulta esencial para la adaptación. Las experiencias emocionales son más importantes, más valoradas, que las experiencias no emocionales. Existen más de quince mil palabras en inglés para definir estados emocionales, lo que nos da una idea de la importancia de estos estado. En la memoria, los recuerdos que se conservan son mayoritariamente emocionales. En la toma de decisiones, necesitamos una tensión emocional para decidir, y a su vez, decidir implica reacción emocional. La experiencia emocional impregna los juicios (si algo nos cae bien o mal, suele afectar a nuestros juicios). En nuestros razonamientos influyen los estados emocionales, pues con frecuencia tendemos a razonar emocionalmente. Con respecto a nuestra conducta, las emociones nos preparan, nos motivan, nos guían; con frecuencia buscamos o evitamos situaciones emocionales; la publicidad utiliza las emociones para movilizar la conducta de compra. Nuestras relaciones sociales están mediadas por nuestras emociones. Y nuestro bienestar se basa en buena medida en nuestra experiencia emocional.