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Promoción de las emociones positivas

En los últimos años han proliferado distintos talleres y cursos para promover emociones positivas, muchos de ellos con muy poca calidad, pero siguiendo el camino de la moda por la psicología positiva. Así, se pueden encontrar en Internet vídeos, presentaciones y textos sobre experiencias, cursos o talleres de risoterapia en los que los participantes siguen las instrucciones del profesor para hacer el payaso y pasar unos momentos divertidos.

Esto no es negativo, en absoluto, pero no tiene más fundamento que lo que se ve: siempre es agradable una reunión social cargada de chistes o buen humor y en este punto los españoles somos especialistas en reírnos hasta de nuestros problemas más importantes, lo que no es malo en absoluto, pues además de generar una experiencia agradable nos ayuda a restarle importancia a los problemas y a relajarnos, pues aunque con la risa tensamos muchos músculos faciales, pero también relajamos muchos otros que tendemos a tensar cuando nos encontramos sometidos a situaciones estresantes.

Sin embargo, las emociones positivas y la inteligencia emocional no son sólo una moda sino que están generando investigación de calidad y aplicaciones a distintos ámbitos, como la salud, la educación, las organizaciones, el deporte, etc. Existe evidencia que apoya la promoción de las emociones positivas como método de afrontamiento de situaciones estresantes.

Así, por ejemplo, es conocido el efecto terapéutico de los payasos de hospital en los niños que sufren enfermedades crónicas y largos periodos de hospitalización. En general, las emociones positivas producidas por el humor, la música o cualquier otra técnica tienen efectos reductores sobre la activación fisiológica o de mejora del estado de ánimo, lo que puede ser muy beneficioso para manejar mejor el estrés y las emociones negativas que generan la hospitalización (especialmente ansiedad y depresión), así como los procesos terapéuticos invasivos.

Pero no sólo los niños se pueden beneficiar de las emociones positivas, sino cualquier paciente con enfermedades crónicas, relacionadas con sistema inmune, o sometidas a distintos estresores, como por ejemplo personas con dolor crónico o que van a sufrir una operación quirúrgica.

Sabemos que una pequeña intervención psicológica en pacientes que van a ser operados, reduce su activación fisiológica y emociones negativas (ansiedad, irritabilidad, tristeza), mejora su estado de ánimo, reduce las necesidades de anestesia y ahorra costes al conseguir una recuperación más rápida.

Pero la promoción de emociones positivas no sólo debe utilizarse en momentos puntuales en los que tenemos problemas de estrés y salud, sino que debería ser introducida en el desarrollo cognitivo-emocional de los niños y por lo tanto potenciarse en la escuela, así como en las escuelas para padres.

La inclusión de los aspectos emocionales y sociales en el currículo de los alumnos se entiende como una salida a muchos de los problemas urgentes del sistema educativo, tales como falta de motivación, fracaso escolar, violencia, acoso, obesidad infantil, inicio precoz del consumo de sustancias, etc.

Véase el vídeo “Necesitamos la empatía para vivir”, en el enlace

http://www.youtube.com/watch?v=sbD15eKvL88

Véase la entrevista a la Dra. Sonja Lyubomirsky “La ciencia de la felicidad”, en el enlace siguiente

http://www.youtube.com/watch?v=D5VHD-HvJQQ

El inconveniente principal con el que se encuentran los educadores es que no saben cómo llevar sus inquietudes a la práctica. Con ese deseo admirable de cambio, muchos docentes han abordado el problema con la ayuda de algunos trabajos divulgativos sobre inteligencia emocional. Ansiosos por actuar, han obviado los debates académicos y científicos sobre los efectos reales y la eficacia comprobada de los programas de intervención en inteligencia emocional.

No obstante, como el “Informe de la Fundación Botín sobre La Educación Emocional y Social en España” ha remarcado, la situación está cambiando en nuestro país de forma progresiva hacia iniciativas más sistemáticas y rigurosas. El objetivo es que los programas de intervención aplicados en nuestro país tengan los mismos niveles de calidad que los que se están desarrollando en otros países, como puede ser Estados Unidos.

Se observa que bajo la etiqueta de los programas de educación emocional y social que se están aplicando en España encontramos dos orientaciones muy diferentes. Por un lado, los programas que entrenan habilidades básicas relacionadas directamente con la inteligencia emocional (como la percepción emocional, la comprensión emocional o la regulación emocional) y por otro los programas más amplios vinculados con la personalidad como la autoestima, la asertividad, las habilidades sociales, el optimismo o, incluso, con los valores.

En la literatura científica podemos encontrar una distinción similar con respecto a la inteligencia emocional: modelos de habilidades cognitivo-emocionales y modelos de rasgos.

En el citado informe se recogen cuatro ejemplos seleccionados de iniciativas, en educación emocional y social: Cantabria, Guipúzcoa, Cataluña y Andalucía. Véase el capítulo dedicado a España de este “Informe de la Fundación Botín sobre La Educación Emocional y Social en España”.

Véase el artículo “Educación Emocional en las aulas: el Programa INTEMO” en el que se describe este programa de 12 sesiones y 24 horas de duración, aplicado al problema de la prevención de las conducta violenta en el aula.

Véase también la guía “¿Cómo educar las emociones? La inteligencia emocional en la infancia y la adolescencia” de la Fundación FAROS.

Sobre promoción de emociones positivas en el ámbito laboral véase el artículo “Las organizaciones saludables: el engagement en el trabajo" y el titulado “Organizaciones Saludables: Una aproximación desde la Psicología Positiva”


  
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