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Estrés, emociones y logros

El ser humano necesita un cierto grado de actividad para sentirse bien, pues cuando le falta actividad laboral, social, o en otras áreas de la vida, tiende a deprimirse. Cuando pensamos que la felicidad consistiría en no hacer nada, nos equivocamos. Las personas que no tienen obligaciones, con frecuencia buscan la felicidad en temas banales como el consumo, lo que tiene un coste alto y corta duración.

Las situaciones de pérdida nos producen tristeza y desactivación conductual (falta de ganas e interés por hacer las cosas). Es probable que la tristeza sirva para replantearse las prioridades de la vida, haciendo tabula rasa con lo vivido hasta ese momento y plantear la posibilidad de hacer cambios sustanciales en nuestros objetivos.

A partir de ese momento, la evolución de la tristeza puede seguir dos caminos bien diferentes. Uno consiste en volver a la actividad poco a poco, recuperarse de la pérdida, continuar con algunos objetivos y buscar otros, luchar por conseguirlos, volver a disfrutar de los logros y continuar una vida normal, tras haber superado el duelo. El otro camino puede ser la depresión, si no se supera el duelo, si no se recupera la actividad, si no seguimos adelante con nuestros objetivos, si no conseguimos logros.

La psicología ha demostrado que la motivación de logro es un aspecto dinámico del comportamiento que permite alcanzar un cierto grado de evolución e incluso progreso, que no se ha alcanzado en las sociedades con economía socializada, que no han fomentado e incluso han impedido la motivación de logro. Luchar por conseguir (lograr) algo da más sentido a la vida que no tener objetivos.

La sobreprotección a los hijos puede acarrear la falta de ambición de logros, la falta de compromiso para ponerse objetivos y luchar por ellos. En definitiva, puede suponer dificultades para alcanzar la realización personal, e incluso la falta de entrenamiento para aprender a afrontar la vida sin la sobreprotección paterna, lo que puede suponer un enorme grado de desadaptación.

Proponerse objetivos razonables y alcanzables es mejor para ser felices que el aburrimiento y el tedio, pues mientras trabajamos por conseguir esos objetivos va pasando la vida de forma constructiva y crecemos como personas. Cuando conseguimos los objetivos que nos habíamos propuesto y por los que nos hemos esforzado, obtenemos una gran satisfacción y un merecido descanso. Pero al cabo de un tiempo, volvemos a sentir la necesidad de explorar nuevos horizontes, de conocer más, de afrontar nuevos retos, de conseguir algo que anhelamos, etc., por lo que nos proponemos nuevos objetivos y nos disponemos a trabajar por su logro. La vida cuando la vivimos así tiene más sentido y nos proporciona más bienestar que cuando hay ausencia de objetivos y de logros.

Si nos planteamos nuevos objetivos, nos esforzamos por conseguirlos y sabemos construir (interpretar correctamente) nuestros logros, será más fácil obtener una buena imagen de nosotros mismos, una mejor autoestima. Ello hará aumentar nuestro bienestar y supondrá un factor de protección importante frente a problemas como la depresión.

Véase el apartado “Autoestima” de esta Web.

Véanse las Guías de Autoayuda “Autoestima” y “Mejore su autoestima”.