Ansiedad: manifestaciones
La reacción emocional de ansiedad comprende un buen número de respuestas, que pueden clasificarse en tres tipos diferentes: cognitivas-subjetvas, fisiológicas y conductuales.
Los pensamientos que denotan ansiedad (preocupaciones, sentimientos negativos, inseguridad, etc.) tienen más en común entre sí que con los cambios fisiológicos (aumento de la tasa cardiaca, de la tasa respiratoria, de la tensión muscular, etc.) o con las respuestas motoras (conducta de evitación, movimientos repetitivos, etc.)
Cada uno de estos tres tipos de respuestas parece obedecer a reglas diferentes de funcionamiento, y por ello se entiende que existen tres sistemas de respuesta, que son parcialmente independientes, aunque relacionados. Así, la ansiedad puede observarse a un triple nivel de respuesta:
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cognitivo-subjetivo (la experiencia),
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fisiológico (cambios corporales) y
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motor (conductual-observable).
A nivel cognitivo-subjetivo, la ansiedad se experimenta como: preocupación, hipervigilancia, tensión, temor, inseguridad, dificultades para tomar decisiones, para pensar, o para concentrarnos, percepción de fuertes cambios fisiológicos (cardiacos, respiratorios, etc.), sensación de pérdida de control, sentimientos de malestar, pensamientos negativos sobre nosotros mismos, sobre nuestra actuación, temor a que los demás se den cuenta de nuestras dificultades, anticipaciones negativas, etc.
Las respuestas a nivel cognitivo-subjetivo se evalúan mediante inventarios (también llamados cuestionarios, o escalas), entrevistas, y autorregistros. En todos estos instrumentos de evaluación, llamados de autoinforme, los datos se obtienen preguntando a la propia persona que se evalúa.
Toda esta sintomatología subjetiva se incrementa cuanto más pensemos en todo ello (darle vueltas, rumiar), cuanto más nos concentremos en nuestra ansiedad (más atención), cuanta más importancia le otorguemos (valoración cognitiva de amenaza), mientras que disminuye si somos capaces de pensar en otras cosas.
Las técnicas cognitivas nos enseñan a observar y modificar nuestros pensamientos y forma de pensar, de manera que consigamos controlar o manejar nuestra ansiedad mediante dichos cambios cognitivos.
A nivel fisiológico, la ansiedad se caracteriza por la activación de diferentes sistemas, principalmente el Sistema Nervioso Autónomo y el Sistema Nervioso Motor, aunque también se activan otros, como el Sistema Nervioso Central, el Sistema Endocrino, o el Sistema Inmune.
De todos los cambios corporales que se producen, sólo percibimos (somos conscientes de) algunos, en respuestas tales como: algunos cambios de la tasa cardiaca (palpitaciones, taquicardia), o de la tasa respiratoria (incremento del ritmo respiratorio, dificultades respiratorias), aumento de la sudoración, cambios en la temperatura periférica (en las manos, los pies o la cara), incremento de la tensión muscular, temblores musculares, sensaciones gástricas, sequedad de boca, dificultades para tragar, sensaciones de mareo, náuseas, etc.
Hay otros cambios fisiológicos que también se producen bajo una reacción de ansiedad, pero que no somos capaces de percibirlos, como: los cambios en la presión arterial, o los cambios en la respuesta electrodérmica (que mide las propiedades eléctricas de la piel, la resistencia o la conductancia).
Estos cambios que no podemos percibir sólo pueden ser medidos con aparatos de registro fisiológico (unos aparatos que miden las propiedades físicas de estas respuestas). Mientras que para los cambios anteriores (los que percibimos), podemos usar también instrumentos de autoinforme (inventarios, cuestionarios, escalas, etc.) para su evaluación.
La persistencia durante mucho tiempo de estos cambios fisiológicos producidos por la ansiedad puede acarrear una serie de desórdenes psicofisiológicos transitorios, tales como dolores de cabeza (cefaleas), contracturas musculares, disfunciones gástricas, etc., así como otras disfunciones propias de trastornos mentales insomnio, disfunción eréctil, comer de forma compulsiva, etc.
Las técnicas psicológicas de relajación (relajación muscular, técnicas respiratorias, o imaginación) disminuyen la activación fisiológica y, por lo tanto, la intensidad de estos síntomas de ansiedad. Estas técnicas se deben practicar diariamente durante unos veinte minutos y conviene mantener este hábito durante algunos meses, al menos tres.
A nivel motor u observable, la ansiedad se manifiesta en forma de: inquietud motora, hiperactividad, movimientos repetitivos, dificultades para la comunicación (tartamudez, disfluencia del habla), evitación de situaciones temidas, consumo de sustancias (comida, bebida, tabaco, etc.), llanto, tensión en la expresión facial, etc.
En este nivel expresivo de las reacciones de ansiedad encontramos aquellas conductas observables que se caracterizan por ser indicios de un estado de alerta, o conductas poco ajustadas o escasamente adaptativas, así como las que indican malestar subjetivo o alta activación fisiológica. Todas estas manifestaciones conductuales de ansiedad podríamos clasificarlas de la siguiente forma:
1. Conductas que indican inquietud motora: movimientos repetitivos, rascarse o tocarse alguna parte del cuerpo reiteradamente, morderse las uñas, movimientos rítmicos con las extremidades, moverse y hacer cosas sin una finalidad concreta, manipulación continua de objetos, etc.
2. Conductas que manifiestan un exceso de tensión muscular: movimientos rígidos o torpes, temblores de manos o piernas, paralización, tartamudez u otras dificultades de expresión verbal, etc.
3. Conductas que muestran malestar o distrés: llanto, expresiones faciales de susto, miedo o desesperación, evitación o escape de la situación que provoca la ansiedad, etc.
4. Conductas consumatorias que puedan reducir la sensación subjetiva de ansiedad o reducir la activación fisiológica: comer o picar cuando uno está nervioso, fumar o beber en exceso, por ejemplo en reuniones sociales, consumo de otras sustancias psicoactivas, como tranquilizantes, etc.
Estas respuestas de ansiedad pueden ser evaluadas mediante pruebas de autoinforme, así como mediante observación conductual. En este último caso, los datos de la evaluación no los proporciona el propio sujeto, sino un observador externo, o juez, que anota cuántas veces realiza el sujeto evaluado una determinada conducta o respuesta observable, en un determinado tiempo.
El mantenimiento bajo control de la conducta motora o expresiva (una conducta adecuada al contexto, adaptada a las demandas de la situación), suele favorecer unos niveles bajos de ansiedad en los otros sistemas de respuesta (cognitivo y fisiológico). Por el contrario, si perdemos el control sobre la conducta motora, aumentará la ansiedad a nivel subjetivo y a nivel fisiológico.
Las técnicas psicológicas centradas en la modificación de conducta nos pueden ayudar a manejar nuestra ansiedad y nuestra conducta en situaciones sociales, o en otras situaciones que nos producen ansiedad. Estas técnicas incluyen la utilización del ensayo y refuerzo (o práctica reforzada), entrenamiento en habilidades sociales, entrenamiento en respuesta asertiva, exposición a situaciones temidas, etc.
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