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Tristeza y procesos cognitivos

La tristeza es una emoción que se produce ante una pérdida importante, como una separación o divorcio, la muerte de un ser querido, un quebranto significativo de salud o una enfermedad grave e incapacitante en un hijo de corta edad.

Según los modelos cognitivos de la emoción, la intensidad de la tristeza estaría en función de la importancia concedida a la pérdida, o valoración cognitiva de la pérdida, especialmente magnitud de sus consecuencias y su duración. Las creencias religiosas pueden ayudar a sobrellevar los sentimientos de tristeza y el duelo dando un sentido diferente a la pérdida (se lo ha llevado Dios al cielo, así descansa), así como creando la expectativa de un reencuentro con la persona perdida (la pérdida no es definitiva, sino temporal).

La intensidad y la evolución de la tristeza también están relacionadas con los procesos cognitivos de atribución de la causalidad a sucesos negativos de tipo pérdida. Las atribuciones de tipo interno, estable y global tienden a generar un sentimiento de indefensión o desesperanza aprendida que favorece el desarrollo de la depresión por desesperanza.

En cambio, ante sucesos negativos, las atribuciones de tipo externo, tenderán a favorecer otro tipo de emociones negativas, como la ansiedad o la ira. Si bien, ante sucesos negativos y falta de apoyo social, las atribuciones de tipo externo e incontrolable pueden generar tristeza y depresión.

A una persona que ha perdido algo muy valioso se le suele mezclar la tristeza con la culpa. El cerebro analiza todas las posibilidades, sean realistas o no; por ejemplo, acerca de por qué sucedió esta pérdida, si se pudo haber evitado o si realmente ha sucedido. Por ello, también analiza posibles atribuciones internas sobre la causa de la pérdida (¿qué pude hacer yo por evitar esta gran pérdida?), o si los factores causales estaban bajo mi control pero no actué correctamente (no supe hacer nada), lo que puede ocasionar no sólo tristeza sino otros sentimientos relacionados con falta de valía, como la culpa, de manera que se sufre más así, si se da crédito a estas interpretaciones.

Si un niño tiene una relación de apego seguro con sus padres, tiende a desarrollar una búsqueda despreocupada del conocimiento del mundo, a través de su interés por todo lo nuevo. Sin embargo, si el niño tiene algún déficit en su relación emocional y de seguridad con los padres, el mundo se vuelve peligroso, amenazante, o la seguridad es efímera. El desarrollo emocional del niño se lleva a cabo en los primeros meses de vida, aunque otras emociones más sociales, como la vergüenza se realizan a edades más tardías.

En paralelo se lleva a cabo el desarrollo cognitivo, que al igual que el emocional, se puede ver frustrado o perturbado si falla la seguridad del apego. Véase el apartado “Qué es la tristeza”.