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Autorregulación emocional

La regulación emocional se refiere a aquellos procesos externos e internos responsables de autoobservar, evaluar y modificar nuestras reacciones emocionales para cumplir nuestras metas.

En un estudio pionero sobre este tema se analizaron dos procedimientos de regulación emocional con los que se pretendía reducir la experiencia emocional producida por la visión de un video sobre la amputación de una pierna: (1) la reevaluación cognitiva de estímulos antecedentes; y (2) la supresión de la expresión voluntaria de la emoción. Se encontró que ambos producían una disminución de la experiencia emocional, frente al grupo control (que no utilizaba ninguno de los dos métodos); sin embargo, el segundo método (supresión) provocaba un aumento de la activación fisiológica, por lo que la revaloración cognitiva resultó ser el mejor método de regulación sobre los tres sistemas de respuesta.

Estos procesos de autorregulación nos permiten modificar un estado emocional o volver a nuestro estado de ánimo previo. Están involucrados no solo en la regulación emocional de la vida cotidiana, sino en la aparición y mantenimiento de diferentes desórdenes emocionales (trastornos mentales y físicos), en los que se encuentran fallos en la regulación. Así, se observa por ejemplo que algunos pacientes con trastorno obsesivo-compulsivo intentan suprimir pensamientos intrusos (por ejemplo, de agresión a sus seres queridos) y lo que consiguen es aumentar la frecuencia de dichos pensamientos, su nivel de ansiedad en situaciones asociadas con su obsesión (estar a solas con un bebé) y las conductas de seguridad (evitaciones u otros intentos compulsivos de control). Por el contrario, si consiguen quitarle importancia a sus pensamientos intrusos (revaloración cognitiva), se reduce la frecuencia de los mismos (sesgo atencional), el nivel de la ansiedad y les resulta más fácil exponerse a no realizar las conductas de seguridad (evitaciones u otras conductas compulsivas o de intento de control).

Para demostrar la relación entre desórdenes emocionales y fallos en la autorregulación emocional se llevó a cabo un estudios en el que se examinaron las relaciones entre seis estrategias de regulación emocional (aceptación, prevención, resolución de problemas, reevaluación, rumiación y supresión) y los síntomas de cuatro desórdenes emocionales (trastornos de ansiedad, depresión, alimentación, y los trastornos relacionados con sustancias), encontrando una fuerte relación (con gran tamaño del efecto) para la rumiación, tamaños del efecto de medianos a grandes para la evitación, la resolución de problemas, y la supresión, y tamaños del efecto de pequeños a medianos para la reevaluación y la aceptación.

Por ejemplo, un paciente con trastorno de pánico con frecuencia magnifica la importancia (sesgo interpretativo) de las sensaciones físicas (que considera una amenaza), lo que produce ansiedad, y centra su atención la mayor parte del tiempo (sesgo atencional) en dichas sensaciones, lo que multiplica y extiende la ansiedad a lo largo del día. Podemos suponer que este paciente no ha sido capaz de revaluar cognitivamente la importancia de las sensaciones inocuas de ansiedad, generando sesgos cognitivos de atención e interpretación centrados en sus síntomas físicos que producen más ansiedad (malestar, activación, más sensaciones físicas, más evitaciones) y de nuevo más sesgos cognitivos. Si analizamos las estrategias de regulación que suele utilizar este paciente probablemente predominarían las menos eficaces (como la rumiación o la evitación), que generan más ansiedad y refuerzan su desorden emocional; mientras que seguramente no utiliza las que más podrían ayudarle como la revaloración cognitiva (quitar importancia a las sensaciones físicas de ansiedad), refocalización de la atención (centrar su atención en la actividad que esté realizando, laboral, social, etc., y no en sus pensamientos que generan ansiedad)  y la aceptación (asumir un cierto grado de malestar, por el momento, en lugar de generar un problema por ello que hace aumentar la ansiedad ahora y en el futuro).

Si en el ejemplo anterior sustituimos el trastorno de pánico por el de fobia social, todo lo dicho en el párrafo anterior nos sirve igualmente, si sustituimos "sensaciones físicas" por "conducta propia en situaciones sociales". Es decir, un paciente con trastorno de fobia social con frecuencia magnifica (sesgo interpretativo) la importancia de su conducta en situaciones sociales (que considera una amenaza), lo que produce ansiedad, y centra su atención la mayor parte del tiempo en dicha conducta (sesgo atencional), lo que multiplica y extiende su ansiedad a lo largo del día. Podemos suponer que este paciente no ha sido capaz de revaluar cognitivamente la importancia de su conducta social "inapropiada" (que curiosamente sí considera que es apropiada en los demás), generando sesgos cognitivos de atención e interpretación centrados en su propia conducta social, que producen más ansiedad (malestar, activación, inhibición social, más evitaciones) y de nuevo más sesgos cognitivos. Si analizamos las estrategias de regulación que suele utilizar este paciente probablemente predominarían las menos eficaces (como la rumiación o la evitación), que generan más ansiedad y refuerzan su desorden emocional; mientras que seguramente no utiliza las que más podrían ayudarle como la revaloración cognitiva (quitar importancia a lo que pensarán los otros sobre su propia conducta en situaciones sociales), refocalización de la atención (centrar su atención en la conversación social y no en sus pensamientos que generan ansiedad) y la aceptación (asumir un cierto grado de malestar en las situaciones sociales, por el momento, en lugar de generar un problema de evitación que hará que el problema se haga crónico).

De forma análoga, podemos afirmar que un paciente con trastorno obsesivo-compulsivo con frecuencia magnifica la importancia (sesgo interpretativo) de sus pensamientos intrusos (que considera una amenaza, pues confunde "pensamiento" y "realidad"), lo que produce ansiedad, y centra su atención la mayor parte del tiempo (sesgo atencional) en dichos pensamientos, lo que multiplica y extiende la ansiedad a lo largo del día. Podemos suponer que este paciente no ha sido capaz de revaluar cognitivamente la importancia de sus pensamientos intrusos, generando sesgos cognitivos de atención e interpretación centrados en dichos pensamientos que producen más ansiedad (malestar, activación, más pensamientos intrusos, más evitaciones, más compulsiones) y de nuevo más sesgos cognitivos. Si analizamos las estrategias de regulación que suele utilizar este paciente probablemente predominarían las menos eficaces (como la rumiación o la evitación), que generan más ansiedad y refuerzan su desorden emocional; mientras que seguramente no utiliza las que más podrían ayudarle como la revaloración cognitiva (quitar importancia a los pensamientos intrusos que le resultan desagradables), refocalización de la atención (centrar su atención en la actividad que esté realizando, laboral, social, etc., y no en sus pensamientos que generan ansiedad)  y la aceptación (asumir un cierto grado de malestar, por el momento, por pensar que considera horribles por ahora, en lugar de generar un problema por ello que hace aumentar la ansiedad y tenderá a hacerse crónico).

Siguiendo con el mismo patrón, un paciente con trastorno por estrés postraumático con frecuencia magnifica la importancia (sesgo interpretativo) de la situación traumática que ha vivido (que considera un daño terrible, irreparable y una amenaza para su vida futura, que no volverá a ser la misma), lo que produce ansiedad, y centra su atención la mayor parte del tiempo (sesgo atencional) en la reexperimentación del suceso traumático (en los flashbacks que se viven como si todo estuviera sucediendo otra vez, las imágenes nítidas del terror, los estímulos condicionados, las sensaciones intensas imborrables, rumiaciones, reproches, culpas, etc.), lo que multiplica y extiende la ansiedad a lo largo del día y de los años. Como en los otros casos, también podemos suponer que este paciente no ha sido capaz de revaluar cognitivamente la importancia del suceso traumático acontecido (que por grave que sea siempre se puede magnificar más), generando sesgos cognitivos de atención e interpretación centrados en el suceso (su reexperimentación, la activación que produce, el malestar emocional, las situaciones que hay que evitar), que a su vez producen más ansiedad (malestar, activación, embotamiento, evitaciones) y de nuevo más sesgos cognitivos. Si analizamos las estrategias de regulación que suele utilizar este paciente probablemente predominarían las menos eficaces (como la rumiación o la evitación), que generan más ansiedad y refuerzan su desorden emocional; mientras que seguramente no utiliza las que más podrían ayudarle como la revaloración cognitiva (reinterpretar el suceso, como algo terrible, pero que ya pasó; reinterpretar la reexperimentación, tomando distancia psicológica, tratarla como si fuera una película, imborrable, pero de algo que está en el pasado y se va alejando), refocalización de la atención (centrar su atención en la actividad que esté realizando, laboral, familiar, social, etc., y no en sus pensamientos que generan ansiedad)  y la aceptación (asumir un cierto grado de malestar, por el momento, en lugar de magnificar que hace aumentar la ansiedad ahora y en el futuro).

En resumen, para estos cuatro trastornos de ansiedad, los fallos en la regulación emocional que tiene el paciente es que usa estrategias de autorregulación equivocadas como la rumiación y la evitación, mientras que debería usar otras más eficaces como la revaloración cognitiva, la refocalización de la atención y la aceptación temporal del malestar. Estas estrategias eficaces de autorregulación que debería utilizar le ayudarían a disminuir sus sesgos cognitivos (interpretativo y atencional), mientras que las que usa los aumentan. De manera que el paciente con trastorno de pánico cada vez desarrolla más sus sesgos cognitivos centrados en las sensaciones físicas, el que tiene fobia social en su propia conducta ante situaciones sociales, el de trastorno obsesivo-compulsivo en los pensamientos intrusos y el que sufre estrés postraumático en los sucesos traumáticos sufridos y su reexperimentación.

Volviendo al trastorno de pánico, también es posible encontrar algún paciente que ha tenido ataques de pánico, a pesar de manifestar un nivel de ansiedad anormalmente bajo en los cuestionarios de ansiedad (en la experiencia emocional), por lo que podríamos suponer que mantiene un estilo represivo de afrontamiento, una estrategia de regulación emocional con la que intenta suprimir de su experiencia las respuestas de ansiedad (para evitar el malestar), procedimiento de autorregulación que, como se ha comprobado experimentalmente, suele llevar a una alta activación fisiológica. Así pues, en el trastorno de pánico suele haber una alta ansiedad medida por los cuestionarios (experiencia de ansiedad), pero en algunos casos esto no es así. En ambos casos se habrían producido fallos en la autorregulación de la ansiedad, por caminos diferentes, que conducirían a una elevada activación fisiológica, intensas sensaciones físicas de ansiedad, que estarían en la base de los ataques de pánico.

Hoy en día es frecuente que muchas personas presenten trastornos emocionales, pero no tengan información sobre qué son las emociones, para qué sirven o cómo manejarlas o regularlas. Pero es más frecuente aún que haya fallos en la autorregulación emocional, tengan o no información.