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Tranquilizantes

Los psicofármacos son fármacos (sustancias químicas que han sido investigadas y autorizadas por la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios, AEMPS para su uso sanitario) con propiedades psicoactivas para modificar la activación fisiológica y el malestar psicológico (tranquilizantes), el estado de ánimo y la activación fisiológica (antidepresivos), la inducción del sueño (hipnóticos), o la percepción del dolor (analgésicos), entre otros.

Los psicofármacos actúan modificando en el cerebro procesos fisiológicos y bioquímicos que producen estos efectos (activación fisiológica, malestar psicológico, bajo estado de ánimo, insomnio, o dolor) y su eficacia ha sido probada. Para que un nuevo fármaco sea aprobado se requiere un laborioso, largo y costoso periodo de investigación, así como la solicitud de los permisos pertinentes antes de ser aprobado por la AEMPS. Su consumo está regulado por ley y exige prescripción facultativa, pues un mal uso puede conducir a problemas de salud que pueden llegar a ser graves.

La investigación sobre este tipo de técnicas también se recoge en Guías de Práctica Clínica que resumen la evidencia y la hacen accesible a los profesionales. Véanse las Guías de Práctica Clínica del Sistema Nacional de Salud, por ejemplo la “Guía de Práctica Clínica para el Tratamiento de la Depresión en Atención Primaria”, que incluye distintos documentos, como

- GPC, Completa, Castellano, PDF (GuíaSalud) 

- GPC, Resumida, Castellano, PDF (GuíaSalud) 

- Información para pacientes, Castellano, PDF (GuíaSalud) 

Aunque hay distintos principios activos, los más importantes son las benzodiacepinas, en el caso de tranquilizantes e hipnosendantes, los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), para los antidepresivos, y el ibuprofeno (un antiinflamatorio no esteroideo o AINE, utilizado frecuentemente como antipirético y para el alivio sintomático del dolor de cabeza o cefalea) para el dolor.

Véase la presentación “Tecnicas_eficaces_de_reduccion_de_la_ansiedad.pdf”.

Puesto que los psicofármacos pueden disminuir la activación fisiológica o mejorar el estado de ánimo, se utilizan habitualmente para corregir conductas emocionales desajustadas (como la evitación de situaciones o los ataques de pánico), la falta de motivación e interés (propia del estado depresivo), pensamientos intrusos (obsesivos) o estados de ánimo disfóricos, por medios químicos.

Sin embargo, una cosa es que los tranquilizantes disminuyan la activación fisiológica y otra que el paciente con trastorno de pánico y agorafobia tratado con tranquilizantes deje de tener ataques de pánico y de evitar situaciones temidas (por la posibilidad de generar ansiedad y ataques de pánico). Lo primero sí ha sido probado; lo segundo, no (no siempre desaparecen los ataques de pánico y las evitaciones; y si desaparecen, vuelven a aparecer en muchos casos al cesar el consumo de tranquilizantes).

De hecho, la evidencia científica (por ejemplo, las Guías NICE) y la Organización Mundial de la Salud desaconsejan el uso de tranquilizantes para el tratamiento de este trastorno de ansiedad, dado que hay millones de personas en el mundo siguiendo este tratamiento (tranquilizantes) desde hace años sin que se hayan curado (desaparecido los ataques de pánico y las evitaciones), mientras que existen tratamientos eficaces con un número reducido de sesiones de entrenamiento psicológico que sí son eficaces y son costo-eficaces (mayor eficacia con menor coste). Sin duda, los tranquilizantes disminuyen la activación fisiológica y el malestar psicológico que experimentan los pacientes con trastorno de pánico; sin embargo, el 52,5% de estos pacientes en Europa consumen tranquilizantes durante años y no se han curado.

El consumo de psicofármacos está asociado a hiperfrecuentación de las consultas; es decir, los pacientes que siguen un tratamiento farmacológico van unas 19 veces más al médico que quien no tiene síntomas emocionales. La falta de eficacia terapéutica produce hiperfrecuentación y ésta la saturación de las consultas del Sistema Nacional de Salud, la reducción del tiempo de consulta médica y un exceso de gasto que no produce beneficio terapéutico sino que convierte en crónicos estos trastornos emocionales que se podrían curar si fuesen atendidos con los tratamientos eficaces.

Además de no haberse curado, muchos de estos pacientes han desarrollado un trastorno por consumo de sustancias a las benzodiacepinas y no pueden dejar de consumirlas, a pesar de su ineficacia terapéutica. Es decir, un porcentaje importante de pacientes presentan un consumo de psicofármacos de tipo tranquilizante caracterizado por el abuso y la dependencia. En un estudio se encontró que el 28% de los pacientes de un centro de Atención Primaria de Asturias presentaba dependencia en el consumo de benzodiacepinas.

El consumo de psicofármacos en España es muy superior al de otros países de nuestro entorno (2,3 veces superior al de Holanda), pese a tener prevalencias más bajas en trastornos de ansiedad y trastornos del estado de ánimo (los trastornos mentales más frecuentes). Según el estudio epidemiológico ESEMeD, el 11,4% de los españoles mayores de edad ha consumido benzodiacepinas en los últimos doce meses; un 4,7%, antidepresivos y un 16% algún psicofármaco. Frente a este 16% en España, en el conjunto de los seis países europeos del estudio (incluido nuestro país) el consumo de psicofármacos tiene una prevalencia del 12,3% en los últimos doce meses.

Según la Dirección General de Farmacia en el año 2010 se consumieron 76,9 millones de envases entre tranquilizantes (47,6) y antidepresivos (29,2), con receta médica oficial (que supuso el 69% del consumo). La evolución de este consumo ha sido constante desde que se tienen estadísticas. Así, por centrarnos en los últimos datos, a pesar de los intentos por reducir el consumo, desde el año 2004 al 2010 el consumo de envases de tranquilizantes y antidepresivos aumentó un 34,23% (una media anual del 5,72%).

Según los datos de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) España tuvo un consumo de ansiolíticos durante el año 2010 de 51,9 DDD (dosis definidas diarias por 1000 habitantes y día, una unidad de medida mejor que el número de envases), mientras que la media en los países de nuestro entorno europeo fue de 24,1 DDD y los expertos consideran que no se debe superar una tasa de 24 DDD. Nuestro consumo de tranquilizantes en este año fue 8,11 veces superior al de Holanda y más del doble (2,15 veces) al de la media europea. Fuimos el segundo país europeo con mayor consumo y sólo nos superó Portugal (92,6 DDD).

Nivel consumo de ansiolíticos en España 2010

Además, la evolución de nuestro consumo en DDD refleja también un continuo crecimiento. Así, desde el año 1992 (21,13 DD) el consumo de tranquilizantes en España ha crecido un 145,6% (desde 21,13 DDD hasta 51,9) o se ha multiplicado por 2,5, lo que significa un incremento medio anual del 8,1%. Véanse las gráficas de evolución.

Evolución del consumo en España (1992-2010) DDD

Tener un accidente de circulación es un 57% más probable si el conductor ha consumido benzodiacepinas que si no ha consumido. Recientemente se ha regulado la obligatoriedad de que los envases de tranquilizantes lleven un pictograma que indique su peligrosidad al realizar tareas que entrañen riesgo de accidente, como conducir o manejar máquinas industriales en el trabajo que puedan ser peligrosas en caso de distracción o falta de concentración.

Pero los accidentes graves no sólo se pueden producir al conducir o manipular máquinas industriales, sino que se pueden producir al deambular. En las mujeres mayores, que son las principales consumidoras de tranquilizantes, se sabe que el consumo está asociado con un mayor riesgo de caída que en no consumidoras. Estas caídas suelen provocar en muchas ocasiones rotura de cadera y pueden suponer una pérdida de esperanza de vida de hasta siete años.

El consumo de fármacos psicoactivos puede producir efectos negativos en el neurodesarrollo de los bebés expuestos a este tipo de fármacos al tomarlos la madre durante el embarazo, e incluso una pérdida de esperanza de vida en el adulto consumidor habitual, que es independiente de otros factores de riesgo.

Los antidepresivos son más eficaces que los tranquilizantes para tratar los trastornos de ansiedad, algo que no deja de sorprender a los pacientes, que muchas veces deciden no tomarlos, por esta falta de información. Pero los antidepresivos no están exentos de efectos secundarios no deseados. Entre ellos, destaca el problema bastante extendido de las disfunciones sexuales, especialmente pérdida de deseo y dificultades para llegar al orgasmo, que afecta a la gran mayoría de los pacientes que son tratados con este tipo de psicofármacos. Se están investigando otros problemas relacionados con cardiopatías, diabetes, problemas para el feto, o aumento de la probabilidad de intentos de suicidio. Pero los antidepresivos son más eficaces para el tratamiento de los trastornos de ansiedad que los tranquilizantes y son imprescindibles en casos de depresión grave.

Para tratar de corregir todos los problemas que se acaban de analizar conviene tener en cuenta las siguientes indicaciones terapéuticas, que gozan de evidencia científica.

Los problemas psicosociales como el divorcio o un diagnóstico de cáncer a nuestra pareja acarrean síntomas emocionales como el malestar psicológico, la sobreactivación y el insomnio, pero no se debe recurrir inmediatamente a los tranquilizantes para disminuir la activación, o a los hipnosedantes para dormir. Cuando se hace así, el consumo no debería superar las cuatro semanas para no generar problemas de adicción. Sin embargo, se observa que las personas que han consumido estos psicofármacos continúan haciéndolo años después (para poder estar tranquilos o para poder dormir). Así, se sabe que el 28,1% de las personas divorciadas o viudas consumen psicofármacos en los últimos doce meses, frente al 16% de la población general adulta.

Las personas con problemas de insomnio que consumen hipnosedantes tienden a tener problemas crónicos de insomnio, a pesar del consumo de psicofármacos (que se convierten en una parte del problema), mientras que las personas que afrontan el estrés psicosocial con un entrenamiento en conductas profilácticas del sueño corrigen su problema temporal de insomnio que había producido el estrés. Para volver a enseñar a dormir a una persona con insomnio que consume hipnosedantes hay que retirar poco a poco este consumo, como señala la Guía de Práctica Clínica del Sistema Nacional de Salud sobre el tratamiento del insomnio.

En el tratamiento de los trastornos de ansiedad y del estado de ánimo (depresiones) se puede simultanear el tratamiento psicológico y el farmacológico, pero en los casos de desórdenes emocionales (o trastornos mentales comunes, de ansiedad y depresión) de gravedad leve o moderada funciona mejor el tratamiento psicológico sin fármacos que con fármacos.

Si se sigue un tratamiento exclusivamente farmacológico, son mejores los antidepresivos que los tranquilizantes, pero hay más riesgo de recaída con el tratamiento farmacológico que con el entrenamiento psicológico. Pues se observa con alguna frecuencia que después del alta, al abandonar el consumo, reaparecen los síntomas emocionales. Por el contrario, si se ha aprendido bien a manejar las emociones, tras el alta se observa que en los seguimientos postratamiento no sólo se mantienen los logros terapéuticos sino que a veces aumentan.

Si se usan tranquilizantes o hipnosedantes, deberían retirarse poco a poco al cabo de unas pocas semanas, para no generar adicción, y se desaconseja usarlos en casos de duelo o trauma, a pesar del insomnio y otros problemas emocionales característicos de estas situaciones vitales. La OMS recomienda que estos acontecimientos vitales sean superados por el paciente con la ayuda de información y si es necesario entrenamiento en manejo de emociones, pero no de psicofármacos.

Sólo en los casos más graves de trastornos de ansiedad y depresión se aconseja el uso de antidepresivos, tratando de evitar el de tranquilizantes, y limitando siempre el consumo de estos a unas semanas.

Véase la Guía de Autoayuda “¿Qué son los tranquilizantes?”.

  
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