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¿Qué son las emociones?
Las
emociones son reacciones bien conocidas porque todos somos capaces de
experimentarlas (alegría, tristeza, miedo, ira, culpa, etc.); sin
embargo, no resulta fácil definirlas, pues se trata de reacciones
complejas. Seguramente todos hemos sentido ansiedad, nerviosismo, antes o
durante un examen, así como tristeza por una pérdida importante.
Sin embargo, no todo el mundo es consciente de la importancia que tiene la ansiedad
para prepararnos ante un evento importante, de qué manera nos ayuda o
cómo podemos llegar a bloquearnos o incluso a enfermar si no sabemos
manejarla. Ni todo el mundo se ha parado a pensar en la estrecha
relación que existe entre la tristeza y el apoyo social que suele
acarrear.
Las
emociones son reacciones, que se producen en los seres humanos (y algunas
también en otras especies de mamíferos), ante la presencia de
situaciones vitales o relevantes para los individuos, por ejemplo, peligro de
perder la propia vida, amenaza de un resultado negativo, confrontación
de intereses con otros, pérdida de un ser querido, cortejo a la persona
que nos gusta, celebración de un éxito, valoración del
esfuerzo desarrollado ante un desafío, personas en peligro que necesitan
ayuda, etc. Se trata de reacciones de adaptación, tales como lucha,
huida o paralización, ante el peligro; alerta, ante la amenaza;
advertencia al otro, ante el daño a nuestros intereses; duelo, por la
pérdida; enamoramiento, en el cortejo; exaltación, ante el
éxito; satisfacción, tras la superación con esfuerzo de un
reto; auxilio de las personas que necesitan ayuda, al acudir a un accidente;
etc.; como puede verse en todos los casos, reacciones que nos ayudan a afrontar
mejor esas situaciones.
Así,
en situaciones de peligro surge la reacción de miedo que nos prepara
para luchar, huir o quedar paralizado. En situaciones de amenaza, la
reacción de ansiedad nos activa y nos pone en alerta para tratar de
evitar un resultado negativo. En situaciones de confrontación de
nuestros intereses, si alguien actúa produciéndonos un
daño a los mismos, reaccionamos con ira o enojo, enfadándonos a
modo de advertencia al otro y movilizando recursos que pueden poner en marcha
una conducta de ataque. Ante la pérdida de un ser querido, con el que
nos unía un fuerte vínculo, reaccionamos con tristeza, elaboramos
el duelo, se desactiva nuestra conducta, se produce empatía en algunas
personas de nuestro grupo, recibimos apoyo social, expresamos gratitud y nos
vinculamos más con las personas que nos han apoyado. En situaciones de
cortejo, los cambios del enamoramiento promueven la atracción, el
acercamiento y la vinculación hacia la persona deseada, a la que
dedicamos admiración, con la que deseamos unirnos estrechamente. En situaciones
de éxito, la consecución de una meta nos produce una
explosión de alegría que sirve para celebrar individual y sobre
todo colectivamente el triunfo, pues la expresión de alegría
resulta atractiva para los demás. En situaciones de superación de
un desafío, experimentamos orgullo, satisfacción por el esfuerzo
realizado y el objetivo conseguido, valorando y expresando gratitud por la
ayuda recibida. Cuando nos encontramos con personas que están en peligro
y necesitan ayuda inminente, experimentamos una conmoción emocional y la
necesidad de actuar de manera rápida y altruista para socorrerles, aun a
riesgo de poner en peligro nuestra seguridad.
Pero
profundicemos un poco más en una de estas reacciones emocionales, por
ejemplo, la reacción de miedo ante una situación de peligro para
nuestra propia vida comprende una serie de cambios como los que analizaremos a
continuación, que sirven para prepararnos para actuar rápida y
enérgicamente (lucha, huida, paralización), activándonos
para actuar y motivándonos para alejarnos del peligro.
A
nivel cognitivo, podemos perder la capacidad de controlar nuestros pensamientos
y nuestra conducta en pro de un programa de comportamiento (similar al de otras
especies inferiores en la evolución, como los reptiles), que decide si
en esa situación tenemos más posibilidades de sobrevivir
luchando, huyendo o quedándonos paralizados. Este programa reside en una
parte de nuestro cerebro más antigua que la corteza, la amígdala;
por lo tanto, más profunda, y en la que no tenemos conciencia ni
capacidad de decisión para procesar esa información. La
amígdala también tiene funciones de memoria emocional,
registrando los sucesos acontecidos en este tipo de situaciones y las
sensaciones experimentadas en los mismos (muy desagradables), lo que con toda
probabilidad sirve para no olvidar nunca lo acontecido y tratar de evitarlo en
el futuro.
En
función del tipo de conducta que vamos a desarrollar, a nivel
fisiológico se activarán y desactivarán una serie de
respuestas fisiológicas (tensión muscular, presión
arterial, tasa cardiaca, ritmo respiratorio, temperatura periférica,
vasodilatación o vasoconstricción, sequedad de boca, reacciones
digestivas, etc.), de diferentes sistemas (sistema nervioso central, autónomo,
somático, endocrino, inmune) que nos preparan para llevar a cabo mejor
dicha conducta.
A
nivel subjetivo, experimentaremos una serie de sensaciones físicas muy
intensas, desagradables y descontroladas (como los cambios en el ritmo
cardiaco, vividos como fuertes palpitaciones), junto con los cambios cognitivos
sufridos (procesamiento muy rápido), así como algunos
pensamientos negativos sobre el peligro y sus consecuencias. Todo ello nos
dará una experiencia única e imborrable de terror.
Todo
este conjunto de respuestas, a nivel cognitivo, fisiológico y subjetivo,
hará que desarrollemos, a nivel conductual, el comportamiento
seleccionado (lucha, huida o paralización) en las mejores condiciones
para intentar salvar la vida y procurar no volver a vernos en una
situación similar de peligro.
Las
reacciones emocionales no sólo surgen ante situaciones relevantes reales
y presentes, sino también cuando anticipamos o imaginamos tales
situaciones o cuando procesamos cognitivamente estímulos relacionados,
por ejemplo, cuando recordamos sucesos emocionales, pensamos en ellos, vemos
algunas escenas de una película, leemos algún texto, etc.
El
tono hedónico, agradable o desagradable, de las emociones hace que
éstas sean la sal de la vida; es decir, algo esencial en nuestra
experiencia (las experiencias emocionales son más importantes,
más valoradas; existen más de quince mil palabras en
inglés para definir estados emocionales), en la memoria (los recuerdos
que se conservan son mayoritariamente emocionales), en la toma de decisiones
(necesitamos una tensión emocional para decidir, y decidir implica
reacción emocional), impregnan los juicios (si algo nos cae bien o mal,
suele afectar a nuestros juicios), nuestros razonamientos (a veces, tendemos a
razonar emocionalmente), nuestra conducta (las emociones nos preparan, nos
motivan, nos guían; con frecuencia buscamos o evitamos situaciones
emocionales; la publicidad utiliza las emociones para movilizar la conducta de
compra), nuestras relaciones sociales (están mediadas por nuestras
emociones), o nuestro bienestar (se basa en buena medida en nuestra experiencia
emocional).
La
forma en que hemos considerado las emociones, como reacciones temporales de los
individuos ante ciertas situaciones, nos lleva a tener que definir otros
conceptos relacionados, como los sentimientos. Estos son más duraderos
que los estados emocionales (que son temporales) y también más
vinculados a la reflexión, a la generalización, a la
representación cognitiva del conjunto de reacciones emocionales. Los
sentimientos generalmente no están tan relacionados con las sensaciones
físicas intensas, que son más propias de las emociones;
serían más suaves y duraderos que ellas, y estarían menos
relacionados con la conducta motora o la necesidad inmediata de poner en marcha
comportamientos. Por ejemplo, hablaríamos de reacción emocional
de miedo ante la serpiente que vimos ayer en el parque, mientras que
diríamos que en general existe un sentimiento de miedo hacia las
serpientes, al referirnos a este temor de una manera más general, no
situacional ni temporal (es decir, diríamos que muchas personas sienten
miedo hacia las serpientes).
“Estado
de ánimo" se utiliza frecuentemente como sinónimo de
vivencia emocional, si bien se les suele atribuir un carácter menos
intenso y más prolongado que a la emoción, como en el caso de los
sentimientos. Por ejemplo, se utiliza mucho la expresión estado de
ánimo deprimido para referirse a la vivencia emocional que suele
predominar la mayor parte del tiempo en una persona que ha sufrido una
pérdida importante y sufre frecuentes estados emocionales de tristeza.
El estado de ánimo opuesto sería el alegre.
El
término "afectividad" englobaría a todos los
anteriores, incluidas las emociones, por lo que se trata del término
más genérico de todos. Al parecer, la experiencia subjetiva de
placer o desagrado sería la nota cualitativa característica de
cualquier vivencia afectiva.
También
hay que diferenciar los estados emocionales de las características de
los individuos (rasgos de tipo emocional). Estar ansioso en el examen de hoy
(estado emocional producido por una reacción emocional de ansiedad) es
diferente de “ser nervioso” (rasgo de ansiedad, carácter
nervioso), que se refiere a la personalidad ansiosa de los individuos que muestran
la tendencia a manifestar elevados estados de ansiedad en múltiples
situaciones.
Véase el vídeo de Canal UNED titulado El miedo, en el siguiente enlace:
http://www.canaluned.com/mmobj/index/id/7783
Véase el vídeo de Canal UNED titulado El miedo II, en el siguiente enlace:
http://www.canaluned.com/mmobj/index/id/12591
Véase el vídeo de Canal UNED titulado La cara. Espejo de las emociones, en el siguiente enlace:
http://www.canaluned.com/mmobj/index/id/13231
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