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La Autoestima

Si la felicidad supone una autovaloración de sentimientos, acontecimientos vitales, proyectos, objetivos, bienestar, etc., la autoestima es una valoración de lo que somos en el conjunto de las diversas facetas de nuestra existencia, con nuestros logros y nuestros fracasos. Como en toda valoración, existen una serie de sesgos cognitivo-emocionales que a algunas personas les llevan a valorarse por encima o por debajo de los datos objetivos o intersubjetivos. Así, algunas personas que se infravaloran al estimar sus logros académicos, tienden a valorar por encima de su autocalificación a su pareja, aunque objetivamente su propio logro esté muy encima del alcanzado por su pareja. Por ejemplo, una mujer licenciada en medicina puede concederse una nota media de 6 sobre 10 al valorar su logro académico, pero conceder un 8 a su pareja que abandonó los estudios de bachiller.

Por lo tanto, la autoestima puede ser considerada como una valoración subjetiva del camino andado a lo largo de la vida en las grandes áreas que la persona ha desarrollado hasta ahora, como su propia formación, trabajo, familia, amigos, pareja, economía, ocio, etc. Esta valoración se puede operativizar pidiendo que estime de 0 a 10 los logros alcanzados en general y en estas áreas de la vida (sus estudios, su trabajo, etc.).

Una autoestima baja se considera un factor de riesgo para sufrir algunos desórdenes emocionales, en especial la depresión. Mientras que una depresión alta y ajustada a la realidad está relacionada con bienestar.

Algunos factores de riesgo para presentar una baja autoestima son: el perfeccionismo, un alto nivel de exigencia académico o familiar, ser mujer, haber sufrido fracasos que se consideran importantes, dificultades para valorar los logros, para hacer atribuciones causales internas ante los mismos, o para reforzarse por ello.

Existen una serie de conceptos relacionados con autoestima, como la autoeficacia percibida, o la imagen corporal. La autoestima es una valoración general de uno mismo, mientras que la autoeficacia percibida se refiere a nuestra capacidad para desempeñar correctamente una función concreta, como por ejemplo saber realizar pequeños arreglos de electricidad, fontanería o carpintería, o cualquier otra actividad.

A su vez, la imagen corporal se refiere a la valoración subjetiva de nuestro propio cuerpo. Existen trastornos emocionales específicos sobre este tema, como la dismorfia corporal, mucho más frecuente en mujeres. Se trata de un trastorno somatomorfo en el que se da una gran preocupación por algún defecto imaginado del aspecto físico. Cuando hay leves anomalías físicas, la preocupación del individuo es excesiva. Este trastorno produce un gran malestar emocional, con niveles muy altos de ansiedad.

La autoeficacia percibida está más relacionada con ansiedad que con depresión, de manera que una baja autoeficacia percibida para hablar en público está relacionada con un alto nivel de ansiedad al desempeñar ese tipo de tareas.

Una mala imagen corporal es un factor de riesgo para desarrollar trastornos de la alimentación, como la anorexia y la bulimia.

El entrenamiento mediante reestructuración cognitiva es eficaz para aumentar la autoestima y ajustarla a la realidad, así como para disminuir el riesgo de desarrollar depresión. También es eficaz para mejorar la autoeficacia percibida a la hora de realizar una determinada tarea, lo que puede ayudar a disminuir la ansiedad al ejecutar esa tarea, así como para ajustar a la realidad las distorsiones de la imagen corporal que sufren las pacientes con trastornos de alimentación.