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Estrés, respuestas emocionales y síntomas psicológicos

El estrés produce activación a nivel cognitivo, fisiológico y conductual, a las que con frecuencia se suman reacciones emocionales, por ejemplo de ansiedad (ante la posibilidad de obtener un resultado negativo que se valora como una amenaza importante).

El tener que mantenernos despiertos, activos, durante una jornada laboral de 8 horas moviliza un proceso de estrés que nos lleva a activarnos en los tres niveles de respuesta (cognitivo, fisiológico y conductual) para poder atender las demandas del trabajo cotidiano. Ello implica acelerar los procesos cognitivos de procesamiento de la información, mantener la atención necesaria en cada tarea, usar los conocimientos aprendidos y archivados en la memoria, etc. También supone que se activan una serie de respuestas fisiológicas que nos dotan de mayor energía para actuar de una manera más diligente, si lo requiere la situación.

Si en este contexto laboral valoramos cognitivamente como una amenaza importante alguna de las situaciones que tenemos que afrontar (como por ejemplo, tener que hablar en público, si nos preocupa la posibilidad de quedar mal y anticipamos con frecuencia y temor este resultado negativo), entonces irán surgiendo distintas respuestas de ansiedad, también a nivel cognitivo-subjetivo (preocupaciones, pensamientos de alerta), fisiológico (aumento de la activación de las respuestas reguladas por el sistema nervioso autónomo y otros sistemas) y conductual (aceleración, inquietud, etc.).

Estas respuestas emocionales en principio son normales, pero pueden ser observadas también como síntomas de un posible trastorno emocional. Por ejemplo,

1) ansiedad excesiva en las situaciones sociales, como hablar en público (que puede llegar a constituir un trastorno de ansiedad, el de fobia social específica, si cumple los criterios diagnósticos de este trastorno), o

2) temor enorme a las sensaciones físicas de ansiedad, que puede llegar a constituir un ataque de pánico y evolucionar hacia un trastorno de pánico, para un poco más tarde desarrollar una agorafobia progresivamente más intensa y discapacitante a medida que pasa el tiempo.

Los desórdenes emocionales, como la fobia social o el trastorno de pánico con agorafobia, suelen iniciarse a partir de reacciones emocionales de ansiedad normales.

Sin embargo, a lo largo del tiempo, algunas personas pueden ir desarrollando un aprendizaje progresivo de aumento de la frecuencia de errores de pensamiento o sesgos cognitivos, así como de evitaciones, que se convierten en círculos viciosos (o modelo de espiral creciente). Por ejemplo, se centra la atención en la taquicardia y se dedica mucho tiempo a observar si sobreviene un aumento de la tasa cardiaca, lo que tiende a favorecer un incremento de la misma.

Cuanto más vueltas e importancia se concede a la amenaza, más aumentan las respuestas de ansiedad o síntomas de un posible trastorno; e inversamente, cuanto mayor es la intensidad de las respuestas fisiológicas, cognitivas y conductuales de la ansiedad, mayor es la frecuencia de las distorsiones y sesgos cognitivos.

Cuanto más importancia se da a las respuestas o síntomas de ansiedad en una situación, es más probable que se evite ésta; e inversamente, cuanto más se evite, se convertirá en más importante y producirá más ansiedad, hasta hacer más probable el diagnóstico de un trastorno de ansiedad u otro desorden emocional.

En general, de la evidencia acumulada en distintos campos de la investigación sobre desórdenes emocionales podemos afirmar:

(1) se considera que son fruto de un doble proceso de aprendizaje emocional disfuncional, a lo largo del tiempo, en el que intervienen factores de tipo cognitivo (como las anticipaciones constantes), conductual (como las evitaciones) y de tipo asociativo (condicionamiento clásico o por asociación entre estímulos y respuestas fisiológicas, como la tasa cardiaca; por ejemplo, el cajero produce taquicardia si hemos sido asaltados);

(2) por un lado, de tipo cognitivo-conductual, carácter voluntario, con presencia de sesgos cognitivos (especialmente de tipo atencional e interpretativo, con rumiaciones constantes y distorsiones o errores cognitivos, como las magnificaciones) y fallos en la regulación emocional (por ejemplo, intentar evitar situaciones en lugar de reinterpretarlas y afrontarlas);

(3) por otro lado, de tipo asociativo, carácter automático, con presencia de estímulos emocionales condicionados que tienden a ser evitados, debido al malestar psicológico y alta activación que producen cuando están presentes dichos estímulos;

(4) también se considera que el proceso de aprendizaje es reversible y que en el tratamiento o intervención terapéutica se pueden llevar a cabo los distintos tipos de reaprendizaje (cognitivo-conductual y asociativo), dirigidos a recuperar la función adaptativa de las emociones, aplicando las técnicas de tipo cognitivo-conductual que gozan de mayor evidencia (e.g., reestructuración cognitiva, relajación y exposición conductual).

Véase la presentación “Desordenes_Emocionales_naturaleza.pdf

Así pues, si suena la alarma y observamos que nuestras emociones comienzan a ser cada vez más difíciles de controlar y más desadaptativas, lo primero que debemos hacer es buscar información cualificada, seleccionada de una fuente fiable, como una sociedad científica o una institución sanitaria. La información es esencial para iniciar el proceso de cambio que se requiere para que el aprendizaje emocional que está generando primero síntomas y después verdaderos desórdenes emocionales revierta el sentido de su marcha y se inicie un proceso de recuperación.

Además, debemos tomar un papel activo en la búsqueda de información sobre lo que nos está sucediendo. Si es posible, es bueno llevar a cabo algunos ejercicios sencillos sobre psicoeducación (leer, autovaluarnos, etc.).

El tratamiento psicológico incluye también la práctica de ejercicios que ayuden a adquirir habilidades para volver a manejar las emociones, como por ejemplo, aprender a relajarse para disminuir la activación fisiológica y controlar mejor los pensamientos que generan ansiedad, así como poder afrontar mejor las exposiciones a situaciones temidas, que deben sustituir a las evitaciones.

Véase el vídeo de Canal UNED titulado Estrés y depresión, en el siguiente enlace:

http://www.canaluned.com/mmobj/index/id/12449

Véase el vídeo de Canal UNED titulado Estrés y pánico, en el siguiente enlace:

http://www.canaluned.com/mmobj/index/id/10630

Véase el vídeo de Canal UNED titulado El duelo, en el siguiente enlace:

http://www.canaluned.com/mmobj/index/id/12245

  
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