Tristeza: situaciones
El ser humano necesita adaptarse al medio como cualquier ser vivo y para hacerlo crea relaciones con otros individuos y coopera con ellos formando grupos. Las relaciones y los grupos más importantes desde el punto de vista de la adaptación son las personas más próximas, las cuales generalmente se agrupan en la familia, que supone el soporte más importante para la supervivencia y la adaptación del individuo.
En este proceso de adaptación que es la vida se generan vínculos de apego con las personas más significativas. Las hormonas y las emociones juegan un papel destacado en dicho proceso.
La tristeza es la reacción emocional que se produce ante situaciones de pérdida importante. Por ello, las pérdidas de relación con personas a las que nos unía un fuerte apego y la pérdida por la muerte de un ser querido son quizás las situaciones que pueden generar reacciones más intensas de tristeza.
También nos ponen tristes las situaciones que provocan tristeza en las personas de nuestro entorno aunque no sean de nuestra familia. La muerte de cualquier ser humano tiende a producirnos tristeza, que es mayor cuanto más cerca estaba esa persona de nosotros. Así, nos pone triste un atentado, la guerra, el maltrato, el hambre, o cualquier otro sufrimiento importante, especialmente cuanto más próximo nos encontramos de las víctimas y sus allegados.
Nos produce más tristeza las pérdidas o el maltrato que puedan sufrir los niños y las personas indefensas, por la empatía que experimentamos, que nos produce contemplar o imaginar la tristeza o el sufrimiento de otro ser humano, e incluso de otro ser vivo, especialmente si necesita protección.
Pero existen otras pérdidas importantes que pueden generar intensas reacciones de tristeza como son la pérdida de nuestro bienestar físico, mental o social. Así como pérdidas similares en personas próximas.
Otras situaciones que pueden provocar nuestra tristeza son aquellas en las que no hemos alcanzado una meta, un objetivo deseado por el que habíamos luchado y esperábamos conseguirlo. Así, nos puede poner triste no haber aprobado un examen muy importante, como una oposición, o que haya fracasado el negocio o proyecto que habíamos emprendido, a los que le habíamos puesto mucha ilusión, esfuerzo, preocupación,… y finalmente, no lo hemos conseguido.
Por lo general, nos van a poner tristes aquellas amenazas que inicialmente nos han producido ansiedad, mientras estaba todavía en juego el resultado, cuando ya se haya confirmado el resultado negativo que antes nos activaba. Tras el fracaso, cesa la activación, la ansiedad y la lucha, produciéndose la frustración y la tristeza por haber perdido el resultado positivo por el que habíamos estado luchando.
Nos suele poner triste observar la tristeza de cualquier persona o ser vivo, incluso lejanos, incluso en el cine o en una novela, a sabiendas de que es una ficción.
Por supuesto, existen diferencias individuales en el grado de empatía. No todas las personas experimentan tristeza por los mismos estímulos. Además, el grado de tristeza depende de la situación y de la interpretación individual.
Algunos cambios en el estado de ánimo están asociados a cambios estacionales y hormonales. Así, para algunas personas es más probable que experimenten tristeza en el otoño (carencia de luz), o para algunas mujeres, unos días antes de tener el periodo menstrual, en el embarazo o en el posparto. Algunos trastornos hormonales como los de tiroides están muy relacionados con depresión.
Muchos otros cambios en el estado de ánimo, están asociados con estrés y altos niveles de ansiedad: no dormir, estar preocupado por problemas, el agotamiento físico y emocional, pueden conducir a un estado de ánimo depresivo en el que habrá una mayor probabilidad de desarrollar reacciones intensas de tristeza ante determinados estímulos o situaciones, caracterizados por la pérdida.
Cuando una persona sufre un cambio importante en su vida, como la emigración, es más probable que desarrolle tristeza y, si no se adapta bien al nuevo cambio, puede sufrir un trastorno adaptativo de tipo depresivo e incluso un trastorno depresivo mayor.
¿Por qué a algunas personas les pone triste la Navidad u otras celebraciones?
Las celebraciones que se vienen haciendo de toda la vida, en las que se repiten algunos rituales, como el tipo de música (los villancicos), nos inducen a recordar y valorar el pasado, lo vivido, lo ganado, lo perdido, lo que es importante, el sentido de la vida, etc.
Dependiendo de los sucesos que se repasen y sus valoraciones cognitivas puede que surjan emociones diferentes como la alegría o la tristeza. La tristeza surgirá si se repasan acontecimientos del pasado que se han vivido con un bajo estado de ánimo, con emociones negativas (como la tristeza), o se interpretan como una pérdida (personas que ya no están, el paso del tiempo), o se recuerda o imagina a personas o seres vivos que sufren y están desvalidos (por empatía).
Las emociones negativas, como la tristeza, señalan aspectos de la realidad que son importantes para el individuo en una determinada situación (por ejemplo, la Navidad). En el caso de la tristeza, el procesamiento de la información (valoración cognitiva, memoria, atención, atribuciones de causalidad, etc.) sobre el acontecimiento apunta hacia una pérdida relevante sobre la que no tenemos control, como sucede por ejemplo en la muerte o la separación de un ser querido, situaciones en las que se ha roto un vínculo importante de nuestro apego. En este caso, se vive un duelo, un periodo de readaptación a la vida sin esa persona. Si el duelo concluye bien, se reduce la tristeza y se produce habituación a la pérdida. En caso contrario, puede haber problemas de depresión.
Los aniversarios de acontecimientos tristes reabren de nuevo el repaso de la información que induce a nuevas reacciones de tristeza, que será más o menos intensa dependiendo de cómo cerramos el duelo y cómo nos encontramos actualmente de estado de ánimo, estrés, afecto positivo, afecto negativo, etc.
Una reinterpretación cognitiva adecuada puede ayudar a disminuir la tristeza o la depresión provocados por acontecimientos que están magnificados o excesivamente repasados o rumiados.
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