Ansiedad: factor de riesgo
La ansiedad, en general, nos puede ayudar en momentos puntuales a centrar mejor la atención en la tarea, a orientar nuestra conducta hacia la solución de problemas, a rendir mejor o a desarrollar una conducta más enérgica, más ágil o más rápida.
Sin embargo, tener niveles altos de ansiedad de forma permanente o en la mayoría de situaciones equivale a tener altas puntuaciones en los cuestionarios de rasgo general de ansiedad y es un factor de riesgo para el desarrollo de trastornos de ansiedad, especialmente el trastorno de pánico y el trastorno de ansiedad generalizada.
Sin embargo, hay que señalar que el desarrollo de cualquier trastorno presenta siempre varios factores de riesgo y que el puntuar alto en un único factor de riesgo suele ser insuficiente para desarrollar la psicopatología. Ahora bien, la acumulación de varios factores aumenta la probabilidad de llegar a exhibir síntomas suficientes para que se alcance el diagnóstico del trastorno.
El estrés puede generar emociones positivas y negativas, según sean agradables o desagradables. El estrés crónico suele generar un incremento de la emocionalidad negativa, con aumento de los niveles de ansiedad, ira y tristeza-depresión. La exposición prolongada a estresores aumenta el riesgo de enfermedades, si bien la percepción y significado de la situación, así como de las reacciones que se van desencadenando, juega un papel fundamental en dicha relación. Existen grandes diferencias individuales asociadas a la interpretación subjetiva de los estresores, así como a otros factores psicosociales que median el efecto del estrés sobre la salud.
Las personas con mayor rasgo de ansiedad tienden a presentar más sesgos cognitivos centrados en amenazas. Por ejemplo, sesgos interpretativos que llevan a magnificar la amenaza (probabilidad aumentada de que ocurra, las consecuencias o resultados negativos se magnifican, se minimiza la posibilidad de afrontar con éxito dicha amenaza, se minimiza la posibilidad de recibir apoyo social), así como sesgos de la atención, que hacen que ésta se focalice en los elementos más amenazantes de la situación y durante la mayor parte del tiempo.
Estos sesgos cognitivos, a su vez, hacen que la persona con alto rasgo de ansiedad desarrolle intensas reacciones de esta emoción en un amplio abanico de situaciones, que a su vez pueden aumentar los sesgos cognitivos.
Mediante una intervención psicológica, la reestructuración cognitiva, se puede reducir la frecuencia e intensidad de las magnificaciones y la focalización de la atención centrada en la amenaza. A su vez, cualquier persona puede aprender estrategias de autorregulación emocional como la disminución de la valoración cognitiva de amenaza o la reducción de la importancia que le concedemos, así como aprender a poner el foco de la atención en otros aspectos distintos de la amenaza, por ejemplo, en estímulos neutros o emocionales positivos de la situación. Cuando se reducen, por cualquiera de las dos vías, los sesgos cognitivos se consigue también una reducción del nivel de ansiedad, que a su vez ayuda a disminuir aún más los sesgos cognitivos.
Cuando una persona tiene altos niveles de ansiedad y los sesgos cognitivos (o sus equivalentes rumiaciones y magnificaciones) se centran las sensaciones físicas, aumenta la probabilidad de desarrollar un ataque de pánico, que con el tiempo se puede hacer crónico e instaurarse un trastorno de pánico, que suele evolucionar hacia la agorafobia. Generalmente, esto es más probable que suceda en mujeres, que fuman, con síndrome premenstrual severo, sometidas a estrés psicosocial desde hace más de un año, muy perfeccionistas, con alta sensibilidad a la ansiedad, entre otros factores. De manera que las altas puntuaciones en rasgo de ansiedad es solo uno de los factores.
En cambio, si los sesgos cognitivos se centran en las preocupaciones de la vida cotidiana, además de aumentar el nivel de ansiedad, puede desarrollarse un trastorno de ansiedad generalizada. Especialmente si se trata de personas muy ansiosas, controladoras, obsesivas, que tienden a dar mucha importancia a cualquier preocupación, a repasarla todo el tiempo y piensan que su responsabilidad en el tema exige este tipo de sesgos cognitivos (metacognición justificativa de los sesgos cognitivos centrados en la preocupación).
Las altas puntuaciones en los cuestionarios de rasgo de ansiedad no sólo son un factor de riesgo para el desarrollo de trastornos de ansiedad, sino que puede ser un factor de riesgo para el desarrollo de otras psicopatologías, como trastornos de la alimentación o del estado de ánimo (depresiones), así como de trastornos de salud física que cursan con niveles altos de ansiedad y estrés, como dolor crónico o problemas músculo-esqueletales.
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