| El manejo y autocuidado del paciente El  malestar psicológico y la alta activación fisiológica propios de  las emociones negativas, cuando se hacen crónicos, se consideran dos  factores esenciales en el desarrollo de problemas de salud de tipo  emocional, lo que podríamos llamar desórdenes emocionales.  En  su origen, muchos de estos trastornos están íntimamente  relacionados con factores psicosociales, como por ejemplo,  condiciones laborales adversas (estrés laboral), desempleo,  divorcio, o falta de apoyo social que provocan reacciones emocionales  negativas como la ansiedad, las cuáles junto con el estrés, activan  al individuo para afrontar los problemas. Los  trastornos de ansiedad y del estado de ánimo (depresiones) son los  dos tipos de trastornos mentales más frecuentes. A su vez, son los  trastornos mentales más relacionados con una alta frecuencia e  intensidad de las reacciones emocionales negativas, sobre todo  ansiedad y tristeza. Existen  diversos factores de riesgo para el desarrollo de desórdenes  emocionales, pero el estrés (psicosocial, traumático, infantil,  etc.) y la alta emocionalidad negativa (con alta activación  fisiológica y elevado grado de malestar psicológico), mantenida  durante mucho tiempo, juegan un papel destacado. El  tratamiento psicológico basado en la evidencia que recomienda la  Guía NICE para abordar la mayoría de estos trastornos mentales  comunes se basa en la psicoeducación, el aprendizaje de habilidades  cognitivo-conductuales y el papel activo del paciente. La  psicoeducación, el aprendizaje de información y habilidades para  manejar la emoción parece estar en la base de algunas técnicas  cognitivo-conductuales, que han obtenido evidencia empírica a favor  del tratamiento de diferentes desórdenes emocionales, como los  trastornos de ansiedad y del estado de ánimo.  Por  ello, hoy en día aunque se continúa la investigación sobre qué  tipo de tratamiento es más eficaz para cada trastorno concreto, el  enfoque transdiagnóstico investiga la eficacia de estas técnicas,  con independencia de la patología concreta que presente el  individuo, centrando su interés en la intervención sobre los  procesos emocionales y de “regulación emocional” que van  derivando en los diferentes trastornos.  De  manera que los diferentes desórdenes emocionales (e.g., distintos  trastornos de ansiedad) podrían tener un origen común (fallos en la  regulación emocional, basados en la falta de información, el  desarrollo de sesgos cognitivos, pensamientos erróneos, o el  aprendizaje de respuestas emocionales desadaptadas) y podrían ser  atendidos conjuntamente, en el mismo grupo, mediante algunas técnicas  cognitivo-conductuales, que son eficaces y están basadas en  principios que permiten la recuperación de una correcta regulación  emocional y facilitan el ahorro de recursos y la simplificación de  las tareas. En  definitiva, psicoeducación, reestructuración cognitiva, relajación y técnicas conductuales, especialmente la exposición, son las  técnicas recomendadas por la prestigiosa Guía NICE para abordar los  trastornos mentales comunes o desórdenes emocionales. Las  personas que han comenzado recientemente a desarrollar algún  problema con sus emociones e incluso aquellas que están alcanzando  los criterios diagnósticos de uno de los desórdenes emocionales que  hemos descrito en este gran apartado pueden beneficiarse de bastante  de la información y la mejora de habilidades de autorregulación  emocional. La  regulación emocional se refiere a aquellos procesos externos e  internos responsables de autoobservar, evaluar y modificar nuestras  reacciones emocionales para cumplir nuestras metas. Por ejemplo,  cuando tenemos un problema cuyo resultado no podemos controlar (puede  ser positivo o negativo), lo podemos interpretar como una amenaza, lo  que hará que surja una reacción de ansiedad. Para hacer menos  desagradable nuestro estado emocional y reducir la activación  fisiológica podemos adoptar una estrategia de regulación emocional  de tipo evitativo. Sin embargo, aunque se reduzca temporalmente la  ansiedad, a la larga producirá un problema mayor, pues se refuerza  la importancia de la amenaza, que no siempre podremos evitar. Una  estrategia de regulación emocional más eficaz es la revaloración  cognitiva de la amenaza. Por ejemplo, reinterpretar la amenaza como  un posible desafío, con resultados que pueden ser positivos si nos  esforzamos en conseguirlo. Esta segunda estrategia reducirá la  ansiedad de manera más eficaz. Estos  procesos de autorregulación nos permiten modificar un estado  emocional o volver a nuestro estado de ánimo previo. Están  involucrados no solo en la regulación emocional de la vida  cotidiana, sino en la aparición y mantenimiento de diferentes  desórdenes emocionales y físicos, en los que se encuentran fallos  en la regulación. Para  demostrar la relación entre desórdenes emocionales y fallos en la  autorregulación emocional se llevó a cabo un estudio en el que se  examinaron las relaciones entre seis estrategias de regulación  emocional (aceptación, prevención, resolución de problemas,  reevaluación, rumiación y supresión) y los síntomas de cuatro  desórdenes emocionales (trastornos de ansiedad, depresión,  alimentación, y los trastornos relacionados con sustancias),  encontrando una fuerte relación entre síntomas emocionales y  estrategias equivocadas de regulación emocional, con gran tamaño  del efecto para la rumiación, tamaños del efecto de medianos a  grandes para la evitación, la resolución de problemas, y la  supresión, y tamaños del efecto de pequeños a medianos para la  reevaluación y la aceptación. Las estrategias están así ordenadas  por el grado de sintomatología que pueden ocasionar, siendo la mayor  para la actividad de rumiar y la menor para la reevaluación  cognitiva y la aceptación. En  España se está comenzando a desarrollar un “Proyecto  piloto para tratar los desórdenes emocionales en Atención Primaria  con técnicas psicológicas basadas en la evidencia: un ensayo  controlado aleatorizado” Véase  el apartado “Programas  transdiagnósticos”. |