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Ira: manifestaciones

En la conceptualización de la ira es necesario separar los tres grandes componentes de esta reacción emocional: la experiencia, la expresión y los cambios fisiológicos.

La experiencia de ira se refiere a los procesos subjetivos, a los pensamientos relacionados, a las sensaciones que los acompañan y a los procesos cognitivos relacionados con la hostilidad.

La expresión de la ira se refiere a los aspectos observables en el comportamiento de una persona que muestra enfado, como son la expresión facial característica de cabreo, con cambios musculares y vasculares observables, el tono y el volumen de la voz, la postura y los movimientos, etc.

Respecto a los cambios fisiológicos, es más difícil encontrar un patrón de cambio universal en la reacción de ira, que nos permita hacer una descripción clara de dichos cambios, ya que existen muchas diferencias individuales con respecto a este tipo de respuestas, sin embargo parece que existe una cierta relación entre ira y reactividad cardiovascular, que veremos más adelante.

Estos tres componentes de la reacción emocional de ira pueden ser relativamente independientes. Aunque podría pensarse que en una reacción normal un individuo experimentará sentimientos de ira o enfado, se activará fisiológicamente y mostrará su enfado con conductas verbales, no verbales y físicas, sin embargo puede que alguno de los tres tipos de manifestaciones no llegue a producirse.

Por ejemplo, una persona puede sentirse enfadada, estar fisiológicamente activada, pero no expresar su ira externamente. En este sentido, la ira se comportaría de la misma forma que otras emociones, como es el caso del miedo o la ansiedad.

Este concepto de ira como emoción que se manifiesta a través de tres canales de respuesta (subjetivo-cognitivo, fisiológico y motor-observable), que pueden funcionar de manera concordante o discordante, es más amplio que el que presentan aquellas definiciones que se centran sólo en uno o dos de los componentes emocionales (cog-nitivo, fisiológico o motor).

La reacción externa de ira o enfado se caracteriza en general por signos de cierta activación fisiológica, una expresión facial universal de ira (mirada fija hacia la causa de la ofensa, boca cerrada y dientes fuertemente apretados, ojos y cejas ligeramente inclinados para expresar enfado), cambio en el volumen y tono de voz, así como una conducta más expresiva y contundente que puede aproximarse a la agresión.

Los individuos de elevada tendencia a la irritabilidad informan también de una mayor activación fisiológica relacionada con la ira. Ahora bien, los sujetos de alta y baja irritabilidad no se diferencian en la clase de síntomas de los que informan, sino únicamente en la intensidad de la respuesta. La reacción de ira va unida generalmente a tensión muscular, exaltación cardiovascular y a excitación de los sistemas neuroendocrino y nervioso autónomo. A lo largo del tiempo, la intensidad del estado de ira varía en función de la injusticia percibida y de los repasos cognitivos (rumiaciones).

Cuando se provoca ira de forma experimental en el laboratorio, los participantes incrementan su presión arterial y su tasa cardiaca, obteniéndose correlaciones estadísticamente significativas y positivas entre grado de enfado y estas medidas de reactividad cardiovascular. A su vez, uno de los factores predictores de infarto más potentes es haber sufrido dos horas antes del infarto un fuerte ataque de ira.

Los bebés desarrollan tempranamente la reacción emocional ante una expresión facial de ira, aunque sea simulada por un adulto e incluso dibujada en una máscara. El bebé reacciona llorando, pidiendo protección, al identificar los rasgos característicos de la ira: mirada fija hacia la causa de la ofensa, boca cerrada y dientes fuertemente apretados, ojos y cejas ligeramente inclinados para expresar enfado. Así pues, parece que es importante para nuestra especie el reconocimiento de la expresión facial de ira. Expresión, que por otro lado, es universal a través de las culturas, y no aprendida, puesto que se expresa de la misma forma en personas que son ciegas desde su nacimiento.

Existen diferencias sexuales (ligadas a la biología) y de género (asociados a la cultura) en la experiencia y expresión de la ira. Por un lado, la ira está ligada a las hormonas sexuales; por otro lado, existen diferencias culturales en la expresión de la ira. Así, las expresiones de enfado en la adolescencia se vuelven más frecuentes que en la infancia, coincidiendo con los potentes cambios hormonales de esta época (algo parecido al celo que sufren otras especies); además, las fluctuaciones hormonales que experimentan algunas mujeres en su ciclo menstrual están relacionadas con un aumento de la irritabilidad en los días próximos a la menstruación (formando parte del síndrome premenstrual). A su vez, existen diferencias entre países en las manifestaciones de la ira. Así, la mujer española muestra cierta tendencia a obtener puntuaciones más altas en los tests psicológicos de expresión de ira, en comparación con los hombres, que las mujeres de otros países occidentales en los que el hombre puntúa más alto que la mujer.

Véase el vídeo de la UNED titulado "La ira: ¿pecado capital o privilegio divino?", en el siguiente enlace:

La ira: ¿pecado capital o privilegio divino?

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Vease el pdf sobre la ira en el siguiente enlace

La Ira

  
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