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¿Qué es la ansiedad?

La ansiedad es una emoción, en cierto sentido muy similar al miedo y comparte una serie de características comunes con otras emociones como el enfado. Cuando decimos estoy nervioso, o estoy enfadado, estamos expresando que nos encontramos en un determinado estado emocional. En el primer caso, ‘estar nervioso’ indica un estado emocional de ansiedad, mientras que en el segundo se trata de un estado emocional de ira o enojo.

Los estados emocionales surgen en un momento dado, son una reacción ante una situación concreta y duran un tiempo. Estamos nerviosos, por ejemplo, cuando tenemos prisa, y volvemos a estar más tranquilos cuando ya ha pasado esta circunstancia.

Las emociones son reacciones que comprenden varios tipos de respuesta ante situaciones importantes para el individuo. Quizás el ejemplo más notorio sea el miedo, que surge ante una situación de peligro. La reacción de miedo ante una situación en la que está en juego la vida del individuo implica una serie de respuestas (temor, aumento de la tensión muscular, evitación, etc.) que le ayudan a preservar su integridad física.

La ansiedad es una reacción emocional que surge ante una amenaza, como las situaciones de alarma, o situaciones ambiguas, o de resultado incierto, y nos prepara para actuar ante ellas.

La ansiedad

Esta reacción la vivimos generalmente como una experiencia desagradable con la que nos ponemos en alerta ante la posibilidad de obtener un resultado negativo para nuestros intereses. Cuando pensamos, cuando anticipamos, la posibilidad de que ocurra un resultado negativo, comenzamos a preocuparnos, a activarnos, a ponernos nerviosos.

Así pues, inicialmente la ansiedad es una reacción adaptativa que nos prepara para dar una respuesta adecuada ante determinado tipo de situaciones, que son importantes para nosotros.

Por ejemplo, en aquellas situaciones en las que consideramos que está en juego nuestra imagen ante los demás, cuando nos sentimos evaluados por otras personas que consideramos importantes, tendemos a experimentar ansiedad. Esta reacción de ansiedad en principio es buena, puesto que nos ayuda a prepararnos, a poner en marcha los recursos, la energía suficiente para actuar, para obtener un resultado positivo, para dar una buena imagen.

Pero en ocasiones surgen falsas alarmas, nos activamos sin saber muy bien la causa, ya que aparentemente no tenemos que prepararnos para nada en la situación que nos provoca ansiedad. Así, por ejemplo, muchas personas en un momento dado se asustan por sus propias reacciones de ansiedad, que en un principio son reacciones naturales, en absoluto peligrosas para la salud.

A veces la ansiedad aparece simplemente porque nos preocupa que otros se den cuenta de nuestro estado de nerviosismo, o porque nos preocupan las cosas que pensamos o sentimos cuando estamos nerviosos (como por ejemplo la posibilidad de perder el control), o porque les damos una importancia exagerada a algunas respuestas fisiológicas (taquicardia, dificultades respiratorias, sudoración, etc.) que se disparan con la ansiedad.

Cuando estamos nerviosos tenemos más pensamientos desagradables o negativos, como preocupaciones, indecisiones, etc. Estos pensamientos podemos considerarlos como una manifestación de ansiedad, pero a su vez generan más ansiedad.

Por ejemplo, si estamos preocupados en una situación social por nuestro comportamiento, si pensamos que nos hemos comportado de una manera torpe, nerviosa, insegura, es probable que anticipemos un resultado negativo, lo que nos provocará más ansiedad. Si pensamos que los demás se darán cuenta de nuestras torpezas, ello puede ser considerado un síntoma de ansiedad, pero también provocará más ansiedad, puesto que nuestra imagen está en juego y tememos un resultado negativo, intentaremos prepararnos, activarnos, para dar una respuesta adecuada.

Por lo tanto, la ansiedad tiene un cierto carácter recursivo o circular: si repasamos nuestras preocupaciones, nos activamos más; si nos preocupa tener ansiedad, ésta aumentará.

Cuando estamos nerviosos nos ponemos en alerta de manera que nos activamos. Podemos observar este grado de activación a un triple nivel: en nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra conducta. Por decirlo de otra manera, nuestro organismo, nuestros pensamientos y nuestra conducta observable se aceleran. Normalmente nos activamos como un todo, es decir, nos resulta difícil discriminar entre estas tres zonas de activación, pero vamos a estudiarlas por separado.

Por un lado, se activa nuestro cuerpo, aumenta nuestra activación fisiológica en general. Así, nuestro corazón late más deprisa, respiramos más rápido, se tensan nuestros músculos, etc. Es como si nuestro cuerpo se estuviera preparando para correr, o huir, para atacar, para defenderse, etc.

Por ejemplo, para poder evitar un peligro, o una amenaza, nuestro organismo se acelera y se prepara para la acción, proporcionando más oxígeno al cerebro y músculos. Para ello se respira más profundamente, el corazón late más deprisa, mientras el sudor elimina el exceso de calor muscular, se modifican los componentes sanguíneos para que las heridas se cicatricen rápidamente y la pupila se dilata para tener más discriminación visual.

En segundo lugar, pensamos más deprisa, anticipamos riesgos, nos ponemos en el peor de los resultados posibles, cambia nuestro grado de atención, aumenta el grado de vigilancia, de alerta, nuestros sentidos se agudizan, estamos más despiertos, etc. Cierto grado de ansiedad es incluso muy favorable para mejorar nuestra eficacia y rendimiento, porque nos lleva a estar más atentos y a tener más concentración.

Por ejemplo, para realizar un trabajo intelectual o una actividad deportiva es bueno que haya un cierto nivel de alerta. Un conferenciante no podría impartir una buena conferencia cuando acaba de levantarse, pues está poco activado, apenas tiene energía para hablar, o para ordenar sus ideas. Por ello, es bueno preocuparse, activarse, cuando tenemos que dar una conferencia, porque necesitamos activarnos para movilizar recursos físicos y atencionales para pensar, relacionar ideas, ordenarlas, recordar, hablar, levantar la voz, utilizar la comunicación no verbal, etc.

En tercer lugar, cuando nos activamos solemos actuar de manera más diligente, más rápida, más enérgica. Cuando observamos a una persona que está activada notamos un cierto grado de inquietud, de alarma, de tensión. Para poder actuar de manera rápida y precisa necesitamos un cierto grado de activación fisiológica y mental. Si estamos activados tendremos recursos suficientes para hacer las tareas que nos demandan las situaciones en las que nos vemos implicados.

Algunas personas al levantarse están poco activadas y toman café antes de realizar tareas tales como conducir un vehículo en una gran ciudad. Estas personas necesitan un tiempo para activarse y gustan de tomar una sustancia excitante como el café, que les ayuda a estar preparados más rápidamente. Otras personas, por el contrario, se levantan ya muy activadas y en poco tiempo están listas para realizar tareas complejas como la conducción.

Toda esta activación que surge a nivel fisiológico, a nivel de pensamiento (cognitivo) y a nivel de conducta observable, cuando estamos nerviosos, nos resulta muy útil para prevenir o para actuar de manera que se pueda reducir una amenaza potencial. Por lo tanto, la ansiedad inicialmente es una reacción útil para la supervivencia, como lo son las demás reacciones emocionales.

Véase el vídeo de Canal UNED titulado Estrés y ansiedad, en el siguiente enlace:

http://www.canaluned.com/mmobj/index/id/7923

Vease el pdf sobre la ansiedad en el siguiente enlace

La ansiedad

  
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