Epidemiología del estrés
El nivel de estrés en nuestra sociedad hoy en día es alto para un porcentaje importante de la población, que está aumentando en los últimos años, como lo podemos ver en algunos indicadores de encuestas de población general o población trabajadora que se vienen realizando en las últimas décadas.
Véase el documento “Prevalencia del Estrés”, una presentación de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS). Pinche aquí
En este apartado comentaremos algunas diapositivas de esa presentación.
La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), junto con las asociaciones de consumidores integrantes del grupo Euroconsumers (Bélgica, Italia y Portugal), realizó en el año 2005 una encuesta a más de 7.000 europeos con el objetivo de conocer si el estrés es un problema frecuente en estos países, cómo influye en la calidad de vida de quien lo padece, cuáles son sus causas, qué tratamientos se utilizan para combatirlo y cuál era la satisfacción con cada uno de ellos.
En este trabajo se puso de manifiesto que casi la mitad de los españoles afirman sufrir estrés a menudo, que el 84% de los españoles encuestados indicaron que se han sentido verdaderamente estresados “en algún momento de su vida”, y “muchas veces” uno de cada tres españoles, el 28% de los varones frente al 39% de las mujeres.
El perfil de las personas más estresadas se corresponde con ser mujer, tener entre 18 y 44 años, dormir poco (menos de 5 horas cada noche), ser fumador (sobre todo los que consumen más de un paquete diario), tener hijos pequeños o adolescentes, y ser habitante de zonas urbanas.
A la pregunta de la OCU sobre cuáles han sido las causas del estrés en los últimos doce meses, los encuestados respondieron que en un 66% los problemas laborales; seguidos de los problemas familiares, con un 50%; los problemas de salud, con un 31%; importantes acontecimientos vitales, con un 29 %; problemas financieros, con un 27%; a la cola se encuentran la presión por el rendimiento escolar y el tráfico, con un 19 y 12% respectivamente.
Otro dato interesante que arroja la encuesta de la OCU es que uno de cada cuatro encuestados sigue o ha seguido un “tratamiento contra el estrés”, especialmente lo siguen las personas maduras entre 45 y 64 años.
Los medicamentos son la terapia más utilizada, a ellos han recurrido alguna vez casi la mitad de los encuestados españoles que han tratado su estrés; extrapolando este dato al conjunto de la población, se podría afirmar que casi 1 de cada 10 españoles han tomado algún “fármaco antiestrés” en alguna ocasión, cifra algo más baja que la encontrada en el Estudio Epidemiológico sobre Salud Mental en Europa (ESEMeD) que arrojó un 11,4% de consumo de benzodiacepinas (tranquilizantes) en nuestro país, un 16% de la población para cualquier psicofármaco, o las que se suelen encontrar en la Encuesta Nacional de Salud (14,3% en las dos últimas semanas, según la encuesta del 2006).
Según los datos de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) España tuvo un consumo de ansiolíticos durante el año 2010 de 51,9 DDD (dosis definidas diarias por 1000 habitantes y día, una unidad de medida mejor que el número de envases), mientras que la media en los países de nuestro entorno europeo fue de 24,1 DDD y los expertos consideran que no se debe superar una tasa de 24 DDD. Nuestro consumo de tranquilizantes en este año fue 8,11 veces superior al de Holanda y más del doble (2,15 veces) al de la media europea. Fuimos el segundo país europeo con mayor consumo y sólo nos superó Portugal (92,6 DDD). Además, la evolución de nuestro consumo en DDD refleja también un continuo crecimiento. Así, desde el año 1992 (21,13 DD) el consumo de tranquilizantes en España ha crecido un 145,6% (desde 21,13 DDD hasta 51,9) o se ha multiplicado por 2,5, lo que significa un incremento medio anual del 8,1%. Véanse las gráficas de evolución.
La encuesta de la OCU continúa, ofreciendo el dato de los métodos que se consideran más satisfactorios: la práctica de un deporte consigue un 7,9%; le sigue la adaptación del estilo de vida, con un 7,4%; la psicoterapia, con un 7,3%; y en el extremo, la medicación, con un 6,3%.
El Ministerio de Trabajo y el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo (INSHT) vienen realizando encuestas más amplias en la población trabajadora.
De la V Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo (INSHT) llevada a cabo en 2003, se desprende que un 5,7% de los trabajadores presentó tres o más síntomas compatibles con el estrés, porcentaje superior al 5% consignado en la anterior Encuesta (la IV), cuatro años antes, en 1999.
Los sectores de actividad más afectados fueron los de Servicios, de Industria y de Construcción; y las ramas de actividad más afectadas resultaron ser la Administración/Banca, Servicios Sociales y Otros Servicios.
La opinión acerca de si “su trabajo afecta a su salud” resulta incuestionable para el 22,6% de los trabajadores entrevistados, y las principales consecuencias son: dolor de espalda, 57,6%; estrés, casi un 28%; y dolor de cuello o nuca, 27,7%.
Las patologías más comunes asociadas al estrés son: alteraciones del sueño, 14,5%; cefaleas (dolor de cabeza), 14,1%; cansancio, 12,3%; tensión, irritabilidad, 8,4%; falta de memoria, 6,7%; bajo estado de ánimo, 6,6%; falta de concentración, 3,8%.
El 42,9% de los trabajadores tenía al menos uno de estos síntomas, frente al 38,2% de la encuesta anterior (1999).
Parece pues que la sintomatología asociada con el estrés en la población trabajadora española está aumentando a lo largo del tiempo (1999-2003). Con la crisis económica iniciada en 2008, el desempleo se ha multiplicado por tres en España y cabe esperar un aumento de los desórdenes emocionales o asociados al estrés, algo que ya se ha constatado. Por ejemplo, en un estudio publicado en 2012 encontramos que durante el periodo 2006-2010, en las consultas de Atención Primaria de España, se ha incrementado la prevalencia de los principales desórdenes emocionales, como por ejemplo: (1) un incremento ajustado del 19,4% en el caso del trastorno depresivo mayor, pasando desde un 28,9% de prevalencia en 2006 hasta un 47,5% en 2010; (2) un 8,4% de incremento ajustado para el trastorno de ansiedad generaliza, pasando de una prevalencia del 11,7% hasta el 19,7%, en el mismo periodo de tiempo; (3) o un incremento ajustado del 7,3% para los trastornos somatomorfos (somatizaciones).
Como podemos ver, el estrés puede afectar negativamente “muchas veces” a un porcentaje importante de personas (una de cada tres, según la encuesta de la OCU) en las áreas más importantes de la vida (trabajo, salud, economía, pareja, familia, etc.), antes incluso de que aparezca una crisis económica como la que se inició en el año 2008, por lo que esta afección puede alcanzar unos costes difíciles de sostener para la sociedad.
El coste económico anual del estrés laboral en Europa se ha llegado a cifrar en torno a los 20.000 millones de euros y en EE.UU. hasta 150.000 millones de dólares. Por ello, la Unión Europea ha desarrollado directivas que obligan a los países miembros a legislar sobre la prevención del estrés en el ámbito laboral.
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