¿Cuándo
salta la alarma?
Las
diferencias individuales hacen que en cada persona las emociones se manifiesten
de una determinada manera, por lo que la sobreexposición a situaciones y
respuestas emocionales adopta diversos caminos en los distintos individuos.
Así, algunas cuando están sometidas a un exceso de carga emocional somatizan
más a nivel fisiológico (unas a nivel muscular, otras a nivel digestivo, etc.),
otras reacción más a nivel cognitivo (con preocupación y obsesión por los
problemas), otras a nivel conductual (tienden a evitar las situaciones
emocionales o a consumir sustancias psicoactivas). Así pues, habría que hablar
de una alarma para cada individuo.
Pero
en términos generales, se entiende que la alarma debería sonar cuando la
sobrecarga emocional hace que un individuo experimente un malestar clínicamente
significativo que se hace cada vez más difícil de soportar, cuando la
activación fisiológica es muy intensa y no se recupera el estado de reposo, o
cuando estos estados emocionales interfieren en la vida normal de manera
acusada, ya sea a nivel laboral, académicos, social, familiar o personal.
Si
suena la alarma, lo primero que debemos hacer es buscar información
cualificada, seleccionada de una fuente fiable, como una sociedad científica o
una institución sanitaria. La información es esencial para iniciar el proceso
de cambio que se requiere para que el aprendizaje emocional que está generando
primero síntomas y después verdaderos desórdenes emocionales revierta el
sentido de su marcha y se inicie un proceso de recuperación. Debemos tomar un
papel activo en la búsqueda de información sobre lo que nos está sucediendo.
Aunque
la información es un requisito necesario, puede no ser suficiente. Si éste
fuese el caso, entonces deberíamos buscar ayuda profesional cualificada, por
parte un especialista sanitario que nos entrene en el manejo de las emociones.
Esta ayuda comenzará con la fase psicoeducativa, suministrando información,
pero también llevará a cabo una correcta evaluación del problema y entrenará
las habilidades que sean necesarias, mediante técnicas de relajación (aprender
a desactivarse de nuevo), reestructuración cognitiva (volver a pensar bien, tomar
decisiones, no magnificar, no obsesionarse con el problema, etc.) o de tipo
conductual (recuperar la actividad perdida, dejar de evitar, etc.).
No
es bueno comenzar por tomar fármacos psicoactivos, como los tranquilizantes,
que ayudan a disminuir la intensidad de la respuesta emocional a nivel
fisiológico. Así lo recomienda la Organización Mundial de la Salud en los casos de personas que han sufrido un fuerte impacto
emocional como la pérdida de un ser querido o han vivido una situación
traumática. No existe una pastilla perfecta para manejar los problemas
emocionales del duelo, o los ocasionados por el trabajo, la crisis económica o
un divorcio. El insomnio no se resuelve con fármacos, como señala la Guía de Práctica Clínica para el tratamiento del insomnio en el Sistema Nacional de Salud.
Las personas que llevan años tomando pastillas para dormir, duermen peor que
las que han aprendido a afrontar el insomnio inicial de una pérdida sin
fármacos.
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