Emociones positivas y salud
La literatura científica señala que en las personas que tienden a desarrollar y expresar con mayor frecuencia emociones positivas se suele encontrar un mejor estado de salud, especialmente a nivel cardiovascular, así como una mayor esperanza de vida.
En efecto, en diferentes revisiones sistemáticas y meta-análisis se ha encontrado que las personas sanas que muestran más afecto positivo tienden a presentar una menor probabilidad de desarrollar enfermedad crónica, así como a sufrir una menor mortalidad a medio y largo plazo.
Por otro lado, en los estudios con pacientes cardiovasculares se ha observado una mayor supervivencia en las personas con más afecto positivo.
Las explicaciones para interpretar estas observaciones se orientan inicialmente en caminos diferentes pero complementarios:
1. Es evidente que la experiencia de emociones placenteras, por su valencia hedónica positiva, supone una parte esencial del bienestar subjetivo y está asociado con una menor probabilidad de desarrollar problemas emocionales y de la salud. Una experiencia placentera disipa la atención de las posibles amenazas y reduce en general la probabilidad de desarrollar sesgos cognitivos, que están en la base de las emociones negativas y su posible efecto pernicioso sobre la salud mental y física, especialmente los desórdenes emocionales (trastornos mentales comunes) y trastornos psicofisiológicos.
2. Los afectos positivos se asocian con respuestas biológicas (menor activación fisiológica del sistema nervioso autónomo en su rama simpática, menores niveles de cortisol, fortalecimiento del sistema inmune, incremento de endorfinas, etc.) que pueden redundar en un desarrollo menor de hipertensión, aterosclerosis, dolor crónico y enfermedades en general.
3. Los afectos positivos potencian conductas y un estilo de vida que son beneficiosos para la prevención y promoción de la salud, como por ejemplo tendencia al autocuidado de la salud, adopción de buenos hábitos alimentarios y de ejercicio físico, buen cumplimiento de las medidas de prevención y tratamiento, mayor actividad social y de ocio, así como la adopción de decisiones apropiadas ante problemas eventuales de salud en general.
4. A su vez, las emociones y las actitudes positivas se asocian fuertemente con el desarrollo de una buena red social, vínculos interpersonales más fuertes y mejor apoyo social, factores que favorecen un mejor estado de salud. Este efecto social del afecto positivo sobre la salud sería interactivo (el apoyo social mutuo favorece una mejor salud de todos los miembros del grupo) y se prolongaría a través de varias generaciones.
Por otro lado, las personas que gozan de buena salud tienden a experimentar más emociones positivas y menos negativas que quienes han perdido su salud y bienestar. Por lo tanto, las personas con buena salud y un buen nivel de emociones positivas, tenderían a mantener su bienestar; en cambio, las personas con peor salud, tenderían a desarrollar emociones negativas y deterioro del bienestar, por lo que sería prioritario en este caso la promoción de emociones positivas y el entrenamiento en manejo de emociones, en general.
Sin embargo, las emociones positivas también a veces pueden alterar nuestra salud. Por ejemplo, una elevada euforia (piénsese en algunas celebraciones que pueden acabar con consecuencias fatales), sobre todo en personas muy impulsivas y bajo control, puede conducir a conductas poco saludables, como un atracón de comida o de consumo de alcohol o sustancias psicoactivas, que a su vez puede aumentar el riesgo de sufrir un accidente o alguna otra consecuencia negativa para la salud. Recuérdese que durante años, en España la mortandad juvenil por accidente de automóvil ha estado en los primeros puestos de las listas de causas y fuertemente asociada al consumo de alcohol.
Pero en general, las emociones positivas tienden a favorecer el bienestar tanto físico como psicológico. La experiencia emocional positiva, los cambios fisiológicos que se generan y la conducta saludable y prosocial que promueven los afectos positivos están asociados con mejor salud mental y física.
A su vez, en el manejo de la enfermedad crónica las emociones positivas y negativas pueden jugar un papel bien diferente. Mientras que las emociones positivas tienden a promover conducta saludable, experiencia emocional agradable, disminución de sesgos cognitivos y menor activación fisiológica, por el contrario las emociones negativas tienden a generar el perfil opuesto: conducta no saludable, experiencia emocional desagradable, aumento de sesgos cognitivos y elevada activación fisiológica.
El primer perfil, generado por las emociones positivas, es adecuado para una mejor evolución de la enfermedad crónica, como la diabetes, la hipertensión, la obesidad, el dolor crónico, algunos problemas digestivos, etc., mientras que el segundo perfil, el de las emociones negativas, es el que suele predominar en la enfermedad crónica, especialmente en los pacientes con peor evolución.
Un especial cuidado emocional habría que desarrollar en la enfermedad crónica relacionada con sistema inmune. La alta activación fisiológica, propia de las emociones negativas, cuando se hace crónica, tiende a perjudicar la respuesta inmune. Por ejemplo, algunos trastornos relacionados con el sistema inmune (como alergias, el cáncer, el lupus, la esclerosis múltiple, etc.), podrían empeorar su curso durante periodos de elevada ansiedad y activación fisiológica, mientras que mejorarían cuando el paciente puede hacer un buen uso del manejo de sus emociones negativas y disfruta del bienestar que proporcionan las experiencias emocionales positivas.
Así, si no se tienen en cuenta los aspectos emocionales, podría verse afectada negativamente la evolución, por ejemplo, del cáncer, del lupus o de las alergias, entre otras enfermedades inmunológicas, si se producen periodos prolongados de alta emocionalidad negativa y bajo afecto positivo. Mientras que un mejor estado emocional, ayudaría al sistema inmune a recuperarse y por tanto a mejorar el curso de la enfermedad física.
Por otro lado, esta caída de las defensas del sistema inmune (inmunosupresión) nos puede volver más vulnerables ante los virus oportunistas, como el del herpes labial, que están en contacto con nuestro organismo y aprovechan este momento de debilidad para atacarnos. Así, algunas personas tienden a desarrollar la calentura típica del herpes labial ante acontecimientos emocionales negativos. Entre las enfermedades infecciosas a las que podemos ser más vulnerables cuando nuestro sistema inmune está agotado, tenemos la gripe, el herpes, la candidiasis (hongos), etc. Por el contrario, el disfrute de emociones positivas podría ser de ayuda para preservar el desarrollo de estas patologías de transmisión relacionadas con el sistema inmune.
La expectativa positiva de resultado para un tratamiento aplicado tiene cierto grado de eficacia, aunque dicho tratamiento no contenga principio activo alguno. Es lo que se conoce como efecto placebo. Para demostrar que una técnica terapéutica es eficaz debe compararse con un placebo y su eficacia debe ser mayor que la de éste.
Estudios recientes muestran que esa expectativa positiva de resultado activa el sistema de opiáceos, lo que produce un aumento del estado de ánimo, o experiencia emocional positiva, que puede contrarrestar los síntomas depresivos en el paciente con trastorno depresivo mayor leve o moderado.
Se sabe con certeza que la expectativa positiva de resultado activa el sistema de opiáceos ya que si antes de tomar el placebo se suministra naltrexona (un antagonista de los opiáceos) entonces se anula el efecto del placebo.
Por razones similares, se sabe que el efecto de un fármaco analgésico está mediado por el tipo de instrucciones experimentales para inducir distintos tipos de expectativas. En función del tipo de expectativas inducidas experimentalmente, se ve aumentado o disminuido el efecto de los analgésicos.
Estos resultados sobre el efecto placebo y el efecto de los fármacos psicoactivos, que están mediados por las expectativas y las emociones que pueden generar (positivas, negativas), deberían ser tenidas en cuenta por el médico que prescribe dichos fármacos, pues con cierta habilidad podría potenciar su efecto, mientras que un error al dar información o en la comunicación emocional podría reducir dicho efecto.