Estrés laboral
El estrés laboral puede definirse como un conjunto de respuestas cognitivas, fisiológicas y emocionales ante ciertos aspectos adversos o nocivos del contenido, la organización o el ambiente de trabajo.
Este estrés aparecerá cuando las exigencias del ambiente laboral superen los recursos de las personas para hacerles frente. Cuando la demanda del entorno laboral es superior a los recursos que se poseen, se van a desarrollar una serie de reacciones adaptativas, con el fin de movilizar más recursos, que implican activación fisiológica.
Esta reacción adaptativa de estrés conlleva un incremento de la activación a nivel cognitivo, fisiológico y conductual. Además, en ocasiones puede acarrear una serie de reacciones emocionales negativas, entre las que destaca especialmente la ansiedad, y en menor medida la ira y la tristeza-depresión. También puede ir asociado con emociones positivas como el interés, la alegría, el orgullo o la gratitud.
La ansiedad es una emoción que surge ante situaciones ambiguas, de resultado incierto, donde anticipamos que puede haber una amenaza o un resultado negativo para nuestros intereses. De manera que cuanto mayor sea el grado de amenaza que percibamos ante una determinada situación más nos activaremos.
A continuación se describen los síntomas de ansiedad más frecuentes cuando nos encontramos sometidos a una reacción de estrés:
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A nivel cognitivo-subjetivo: preocupación, inseguridad, dificultad para decidir, miedo, pensamientos negativos sobre uno mismo, sobre nuestra actuación ante los demás, temor a que se den cuenta de nuestras dificultades, temor a la pérdida del control, dificultades para pensar, estudiar, concentrarse, recordar, etc.
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A nivel fisiológico: sudoración, tensión muscular, taquicardia, temblor, molestias digestivas, dificultades respiratorias, sequedad de boca, dificultades para tragar, dolores de cabeza, mareo, náuseas, etc.
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A nivel conductual: evitación de situaciones temidas, fumar, comer o beber en exceso, intranquilidad motora (movimientos repetitivos, rascarse, tocarse, etc.), ir de un lado para otro sin una finalidad concreta, tartamudear, llorar, quedarse paralizado, etc.
El estrés no solo produce ansiedad, también puede producir otras emociones negativas como enfado, irritabilidad, tristeza, agotamiento físico y problemas de rendimiento.
Así mismo, los desafíos de la actividad laboral pueden producir emociones positivas. Los individuos que están comprometidos con su trabajo tienen más interés y experimentan más emociones positivas, especialmente si perciben que su esfuerzo tiene un reconocimiento en su ámbito laboral. El orgullo y la satisfacción en el trabajo surgen cuando conseguimos una meta importante en nuestra actividad laboral que nos ha costado tiempo, esfuerzo, sacrificio, superación, etc., hasta alcanzarla.
Tras la crisis económica que se inició en el año 2008, en el mercado laboral europeo ha habido dos tendencias aparentemente contradictorias: aumento del estrés laboral y aumento de la satisfacción en el trabajo. Así pues, vemos que la satisfacción laboral no es incompatible con el estrés en el trabajo.
Las emociones positivas nos ayudan a motivarnos para enfrentarnos con la actividad laboral (desarrollamos más expectativas positivas y esperanza), nos permiten ser más creativos en la búsqueda de soluciones nuevas (el buen humor, la seguridad y la autoeficacia nos dan más confianza), nos auxilian para llevar mejor la carga del trabajo cuando estamos en pleno esfuerzo (la anticipación del refuerzo promueve la activación del sistema de recompensas, humor positivo y experiencia emocional agradable) y nos sirven de premio o refuerzo tras la realización del esfuerzo (la alegría, la euforia, o el orgullo generan una experiencia emocional placentera).
No es lo mismo trabajar y hacer un gran esfuerzo bajo presión, amenaza, sin expectativas positivas de resultado, sin reconocimiento, con mucha demanda, poco control, que por el contrario hacer el mismo trabajo, el mismo esfuerzo con un horario flexible, sin una amenaza, con las expectativas positivas de que obtendremos un buen resultado, que será reconocido por nuestro entorno, con una demanda que podemos regular y un gran control por nuestra parte. En el primer caso se producirá estrés y emociones negativas, mientras que en el segundo habrá menos estrés y más emociones positivas.
Si el estrés es intenso y permanece en nuestras vidas durante mucho tiempo, el trabajo se vuelve ineficaz y poco productivo, aumenta el absentismo y los conflictos interpersonales, desciende la calidad, se deteriora el clima laboral, la motivación y el compromiso con la organización. Las consecuencias del estrés laboral inicialmente pueden ser positivas, pero a la larga se transforman en negativas para el rendimiento, la salud física y la salud mental.
El estrés laboral elevado produce una serie de síntomas iniciales, como dolores de espalda, en el 30% de los trabajadores; estrés, 28%; fatiga general, 20%; dolores musculares, 17%; dolores de cabeza, 13%; irritabilidad, 11%; problemas de visión, 9%; insomnio, 7%; ansiedad, 7%. También genera otros síntomas menos frecuentes, multiplica por dos la probabilidad de desarrollar trastornos de ansiedad y trastornos del estado de ánimo en jóvenes que no padecían previamente estos desórdenes, y aumenta la probabilidad de consumir fármacos psicoactivos. Así, en algunos estudios, la tensión laboral está asociada con estos trastornos de salud mental y predice el uso de medicación antidepresiva.
En general, condiciones laborales adversas y la falta de apoyo social predicen el inicio de sintomatología subclínica ansiosa y depresiva, peor salud autoinformada, tanto física como mental (trastornos de ansiedad y depresión), y un mayor riesgo para desarrollar un diagnóstico de estos trastornos, que se va sustanciando a lo largo del tiempo.
En la siguiente tabla pueden verse los datos sobre síntomas evaluados en la Encuesta de Calidad de Vida en el Trabajo (ECVT), realizada en los años 1999 y 2003 por el Ministerio de Trabajo. Como puede verse, los principales síntomas son dolores de cabeza, insomnio, cansancio, problemas de ojos, irritabilidad, dificultades con la memoria, alteraciones digestivas o del apetito, bajo estado de ánimo, falta de concentración o atención, y mareos, entre otros (ansiedad, problemas de piel, alergias, etc.). También puede verse el aumento de la sintomatología en la población laboral española a lo largo del tiempo en ese intervalo de tiempo de cuatro años (1999-2003).
Datos en % |
1999 |
2003 |
Sufre dolores de cabeza | 12,3 | 14,1 |
Le cuesta dormir o duerme mal | 10,2 | 14,5 |
Tiene sensación continua de cansancio | 10,2 | 12,3 |
Tiene problemas en los ojos (lagrimeo, visión borrosa…) | 10,3 | 11,2 |
Se nota tenso, irritable | 8,3 | 8,4 |
Le cuesta acordarse de las cosas u olvida las cosas con facilidad | 5,8 | 6,7 |
Sufre alteraciones del apetito o digestivas (náuseas, acidez, digestiones pesadas...) | 5,2 | 6,4 |
Bajo estado de ánimo | (*) | 6,6 |
Le cuesta concentrarse, mantener la atención | 2,4 | 3,8 |
Sufre mareos | 2,0 | 3,6 |
Otro | 2,8 | 1,9 |
Ninguno | 61,8 | 57,1 |
(*) No se incluyó esta pregunta.
Para una mejor visualización de estos datos, véase la figura en la que se representan los mismos.
La reacción de estrés está determinada tanto por las características contextuales del entorno laboral, como por las características de personalidad del individuo.
Es decir, cuando una situación tiene mucha fuerza, por ejemplo, un trabajo muy exigente (trabajo en cadena, la minería, etc.), las características de personalidad pasan a un segundo plano; en cambio, si el contexto tiene poca fuerza, es más ambiguo y se presta a la interpretación subjetiva de la persona, entonces las diferencias individuales estarán más determinadas por la personalidad.
Las particularidades de cada puesto de trabajo requieren diferentes capacidades a los trabajadores, independientemente de sus características de personalidad y aptitudes. Unos trabajos exigen inmediatez, otros precisión, exactitud, otros esfuerzo físico, otros esfuerzo mental, otros alto grado de responsabilidad, etc.
El estrés puede estar producido por las demandas del ambiente, o por la interpretación exagerada de dichas demandas.
Podemos sufrir estrés tanto por situaciones reales que desbordan objetivamente nuestros recursos para afrontarlas, así como por una percepción que magnifique la demanda y minimice nuestros recursos.
Factores laborales que pueden producir estrés:
- Exceso y falta de trabajo.
- Tiempo inadecuado para completar el trabajo de modo satisfactorio para nosotros y para los demás.
- Ausencia de una descripción clara del trabajo, o de la cadena de mando.
- Falta de reconocimiento o recompensa por un buen rendimiento laboral.
- No tener oportunidad de exponer las quejas.
- Responsabilidades múltiples, pero poca autoridad o capacidad de tomar decisiones.
- Superiores, colegas o subordinados que no cooperan ni nos apoyan.
- Falta de control o de satisfacción del trabajador por el producto terminado fruto de su trabajo.
- Inseguridad en el empleo, poca estabilidad de la posición.
- Verse expuesto a prejuicios en función de la edad, el sexo, la raza, el origen étnico o la religión.
- Exposición a la violencia, a amenazas o a intimidaciones.
- Condiciones de trabajo físico desagradables o peligrosas.
- No tener oportunidad de servirse eficazmente del talento o las capacidades personales.
- Posibilidad de que un pequeño error o una inatención momentáneos tengan consecuencias serias o incluso desastrosas.
- Cualquier combinación de los factores anteriores
Se considera que si se vuelve crónico el estrés profesional, puede llegar a producir el desarrollo del síndrome del burnout o de estar quemado.
El estrés laboral crónico o burnout
El burnout, o síndrome de estar quemado, es un estado de desgaste y agotamiento profesional, que puede causar abandono e incapacidad total para volver a trabajar y que está provocado por la exposición a estrés laboral crónico.
Freudenberger, es el primer autor que habló del síndrome y lo definió como un estado de fatiga o frustración, producido por la dedicación al trabajo y que fracasa al no recibir la recompensa esperada.
Este síndrome se caracteriza por una pérdida radical de responsabilidad hacia la tarea, desmoralización y hastío y generalmente se produce por el desequilibrio entre las expectativas personales del profesional y la realidad de su trabajo diario.
Los principales indicadores de estrés laboral son: agotamiento emocional, pérdida de la autorrealización, y despersonalización (actitudes negativas e insensibles hacia los demás, especialmente las personas a las que se atiende en la actividad laboral).
Cuando una persona ya ha alcanzado este nivel de desgaste experimenta sentimientos de vacío, impotencia y baja autoestima. Es frecuente apreciar nerviosismo, inquietud, dificultad para concentrarse, baja tolerancia a la frustración, así como comportamientos hostiles, ofensivos y desagradables hacia otras personas.
Este proceso es gradual y se produce como consecuencia de la tensión física, mental y emocional mantenida en el tiempo. El resultado es una disminución de la productividad, acompañada de la sensación permanente de estar agotado y de no poder más.
Véase el vídeo de Canal UNED titulado "Estrés. Una posible epidemia en el futuro", en el siguiente enlace:
Estrés. Una posible epidemia en el futuro
Véase el vídeo de Canal UNED titulado "El Estrés: Factor de Riesgo laboral", en el siguiente enlace: