Estrés en la infancia
El ser humano nace indefenso y necesita intensos cuidados que son proporcionados especialmente por la madre. Este apoyo social es esencial para el desarrollo del individuo, a lo largo de todo el ciclo vital.
Cuando acontece una adversidad familiar, como la muerte prematura de la madre, se resiente la seguridad, el apego, la salud física y mental de los niños. Por ejemplo, uno de los predictores más importantes de llegar a ser una persona sin techo es haber perdido a la madre a una edad temprana y padecer una esquizofrenia.
En algunos pacientes con hipocondría que se comportan como niños en la relación de apego a su pareja y que sufren un miedo intenso a la desprotección y por tanto a la enfermedad, se da la circunstancia de que perdieron la protección materna o paterna a una edad muy temprana. Desde el momento en que se produjo esa pérdida estos pacientes mostraron una preocupación obsesiva por la inseguridad vital, como el rechazo familiar, la enfermedad física o la enfermedad mental.
El estrés familiar, medido por el número de adversidades acontecidas al grupo familiar, y la falta de apoyo social, guardan también una estrecha relación con los problemas emocionales, como el dolor de cabeza, el inicio de desórdenes emocionales y el consumo de psicofármacos, de manera que en los países con menor número de adversidades familiares hay una menor prevalencia de dolores de cabeza y de desórdenes emocionales.
El estrés sufrido en la infancia, como por ejemplo el cuidado inadecuado de los pequeños que sufren la falta de una familia, altera de forma permanente los circuitos cerebrales que procesan las respuestas de temor, haciéndolos emocionalmente más reactivos.
Véase un artículo divulgativo sobre esta investigación en el siguiente enlace
Esto puede explicar por qué los niños que han sufrido más adversidades tienen más dolores de cabeza, más hipertensión arterial o más desórdenes emocionales (trastornos de ansiedad y depresiones) en la edad adulta.
En un estudio con un seguimiento longitudinal, de unos tres años, a niños y niñas que habían sufrido abuso sexual se encontró que casi el 75% tenían menos confianza en los adultos que antes de la experiencia traumática, un 30% tenía menos amigos, un 20% se mostraba más agresivo, un 24% presentaba mayor conciencia sexual, un 28% tenía problemas de comportamiento, un 17% había repetido un curso académico, y el 17% había empeorado su rendimiento académico en la escuela.
Los autores concluyeron que el abuso sexual infantil podía tener implicaciones en el desarrollo psicosexual y psicosocial de los niños, añadiendo dificultades para relacionarse con los demás, tanto para las relaciones de amistad que podían establecer con adultos, como para la forma de relación con sus iguales.
En la clínica psicológica de adultos, en algunas ocasiones, se siguen observando estas dificultades para establecer relaciones sociales y sexuales normales, a pesar de haber transcurrido varias décadas desde que aconteció el abuso sexual infantil.
Al igual que sucede en el caso del estrés traumático, la interpretación (valoración cognitiva) del abuso sexual sufrido en la infancia es una variable importante que guarda una relación estrecha con las consecuencias negativas que sigue experimentando la víctima muchos años después.
Por lo tanto, la reestructuración cognitiva de todo el proceso emocional vivido desde el momento que se produjo el abuso es esencial para el tratamiento psicológico de estos casos.
Véase el vídeo de la ponencia sobre abuso sexual infantil presentado en las II Jornadas “Emociones y Bienestar” por Victoria Noguerol, Coordinadora de la Comisión de “Malos Tratos” de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS)
- Nuevas tendencias en el tratamiento del abuso sexual infantil. Victoria Noguerol Noguerol
