Tristeza normal y patológica
Para diferenciar tristeza y depresión hay que distinguir entre emoción y trastorno emocional. La tristeza es una reacción emocional puntual que se produce ante una pérdida, mientras que la depresión va más allá del estado emocional, es un trastorno emocional o del estado de ánimo cuando alcanza a cumplir unos criterios bien conocidos.
Una emoción es una reacción característica que se produce ante un determinado tipo de situación. Por ejemplo, una reacción de miedo, se produce ante una situación de peligro; o una reacción de tristeza, ante una situación que valoramos como una pérdida importante para nosotros.
La reacción emocional de tristeza es universal, pues se puede identificar en el rostro de cualquier ser humano de cualquier cultura cuando ha sufrido una pérdida, y no es aprendida por observación puesto que se observa en niños que han nacido ciegos. Se supone que tiende a provocar empatía en las otras personas de nuestro grupo social, lo que favorece el apoyo social de los demás.
Por lo general, la tristeza produce alta activación fisiológica en nuestro cuerpo, pero la conducta suele ser hipoactiva. Se experimenta con sensaciones desagradables, malestar, pensamientos negativos, tendencia a la culpa, falta de interés, de ánimo, etc.
Además, esta reacción de tristeza se va diluyendo, va perdiendo intensidad, a medida que nos alejamos de la pérdida (en el tiempo, por ejemplo; o dejamos de poner la atención en ella y vivimos otras situaciones). Se trata por lo tanto de una reacción emocional normal y en absoluto es una patología. Pero si se trata de una pérdida importante se requiere de un periodo de duelo para volver a la normalidad, para realizar la vida sin la relación o la persona que hemos perdido.
Para comenzar a diagnosticar un episodio depresivo mayor en una persona, ésta debe sufrir cinco (o más) de los siguientes síntomas durante un período de 2 semanas, que representan un cambio respecto a la actividad previa; uno de los síntomas debe ser (1) el estado de ánimo depresivo, o (2) la pérdida de interés o de la capacidad para el placer.
1. estado de ánimo depresivo la mayor parte del día, casi cada día según lo indica el propio sujeto (p. ej., se siente triste o vacío) o la observación realizada por otros (p. ej., llanto). En los niños y adolescentes el estado de ánimo puede ser irritable
2. disminución acusada del interés o de la capacidad para el placer en todas o casi todas las actividades, la mayor parte del día, casi cada día (según refiere el propio sujeto u observan los demás)
3. pérdida importante de peso, sin hacer régimen, o aumento de peso (p. ej., un cambio de más del 5 % del peso corporal en 1 mes), o pérdida o aumento del apetito casi cada día. Nota: En niños hay que valorar el fracaso en lograr los aumentos de peso esperables
4. insomnio o hipersomnia casi cada día
5. agitación o enlentecimiento psicomotores casi cada día (observable por los demás, no meras sensaciones de inquietud o de estar enlentecido)
6. fatiga o pérdida de energía casi cada día
7. sentimientos de inutilidad o de culpa excesivos o inapropiados (que pueden ser delirantes) casi cada día (no los simples autorreproches o culpabilidad por el hecho de estar enfermo)
8. disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, o indecisión, casi cada día (ya sea una atribución subjetiva o una observación ajena)
9. pensamientos recurrentes de muerte (no sólo temor a la muerte), ideación suicida recurrente sin un plan específico o una tentativa de suicidio o un plan específico para suicidarse
Además, estos síntomas provocan malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo, no son debidos a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (p. ej., una droga, un medicamento) o una enfermedad médica (p. ej., hipotiroidismo); no se explican mejor por la presencia de un duelo (p. ej., después de la pérdida de un ser querido), los síntomas persisten durante más de 2 meses, etc.
Existen otros trastornos del estado de ánimo (depresivos), como la distimia, que se caracteriza por no alcanzar unos niveles tan intensos, ni estar asociada con una pérdida. Se da más en mujeres y está asociada con cambios hormonales y estacionales.
La prevalencia en el último año en España y Europa (ESEMeD, 2004) es del 3,9% y del 10,5% para la prevalencia vida en España y 12,8% en Europa (ESEMeD, 2004).
El trastorno depresivo mayor y la distimia son mucho más frecuentes en mujeres que en varones. Así, la prevalencia en los últimos doce meses en España es de 6,3 para la mujer y 2,3 para los hombres.
Estos trastornos disminuyen muchísimo la capacidad para afrontar las principales actividades de la vida (trabajo, tareas domésticas, relaciones sociales), así como la calidad de vida, hasta el punto de no desear vivir en muchos casos.
Estos desórdenes mentales hacen que nuestra atención y nuestros pensamientos se centren en lo más negativo de la vida (lo que hace aumentar la tristeza y la depresión), lo cuál a su vez nos lleva de nuevo a que el sesgo de la atención hacia lo negativo aumente, interpretemos cada vez peor (de una manera más trágica) la vida y nos acordemos sólo de lo más negativo de nuestra existencia pasada, y la proyectemos hacia el presente y el futuro.
Existen tratamientos psicológicos eficaces para estos trastornos, con los que se pueden curar en pocos meses. Consisten en dar información y enseñar habilidades para manejarse mejor a nivel cognitivo (reducir los pensamientos negativos, centrar la atención en otros aspectos más positivos de la vida) y conductual (más actividad, mejores habilidades sociales, etc.).
Si el problema es muy grave, a veces, es necesario el tratamiento farmacológico, con antidepresivos, a pesar de que disminuye drásticamente el deseo sexual, como efecto secundario no deseado; pero los antidepresivos no deberían ser el único tratamiento, pues ello hace que aumente la posibilidad de recaída dejar de tomar los fármacos. Siempre se debe aprender a cambiar los pensamientos (negativos por positivos) y la conducta (pasividad por actividad).
Los trastornos del estado de ánimo están relacionados con ser mujer, tener baja autoestima, poseer pocas relaciones sociales, disfrutar de escaso apoyo social, estar desempleado, presentar un carácter obsesivo-rumiativo, tendencia a la victimización, al aislamiento, a la tristeza, con altos niveles de ansiedad y estrés, ser fumador habitual, abusar del alcohol, etc.
Por ello se debe intentar prevenir tratando de corregir en la medida de lo posible algunos aspectos de este perfil que favorece la probabilidad de desarrollar depresión. Por ejemplo, mejorar la autoestima, la actividad social, intentar mejorar en el trabajo, tener proyectos, buscar apoyo social en los más próximos, no aislarse, comunicarse con los demás, hacer deporte o ejercicio físico, mejorar el estado de ánimo tras episodios de tristeza, no consumir tabaco, no ahogar las penas en alcohol, no consumir otras drogas, etc.
A veces, el exceso de estrés puede provocar no sólo ansiedad, trastornos de ansiedad, trastornos de la salud física, sino también un estado de ánimo deprimido, que en ocasiones puede llegar a constituir un trastorno del estado de ánimo o depresivo.
La depresión también puede ser comórbida con otros trastornos de la salud mental (trastornos de ansiedad, de la alimentación, del sueño, por consumo de sustancias, etc.) y física (enfermedades crónicas, por ejemplo).